Marzo fue el mes más violento de este año. A tasa mensual, los homicidios dolosos registraron un alza de 17.5%. Según datos de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, durante el tercer mes de 2022 se registraron dos mil 657 homicidios dolosos, 396 más que los contabilizados en febrero del mismo año.
Guanajuato, Michoacán, Estado de México, Baja California, Jalisco y Sonora concentran el 50% de los homicidios dolosos registrados en el país.
Además, en marzo se contabilizaron 73 feminicidios en el país, nueve menos que en febrero de 2022.
Estos datos demoledores son los más recientes, los presentó apenas este miércoles Rosa Icela Rodríguez.
El impacto de la inseguridad y la violencia en la economía mexicana en 2021 fue de unos 4.71 billones de pesos, equivalente al 22.5% del PIB, monto que superó al de 2020, que tuvo un costo de 4.57 billones de pesos (21% del PIB). Y este 2022 seguramente será aún mayor. Las cifras las presentarán el próximo mes y el escenario es oscuro.
De acuerdo con los datos del Índice de Paz México, del Instituto para la Economía y la Paz (IEP), este costo implica 36 mil 893 pesos por persona, casi el triple del salario promedio mensual, y un monto siete veces mayor que el gasto público en salud y más de seis veces mayor que la inversión en educación.
México, la segunda economía más grande de Latinoamérica, vive una realidad económica distinta a la de muchos de sus pares en la región, en donde el PIB ya se encuentra en niveles por encima de los inicios de la pandemia.
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Esta semana, el Inegi informó de que la economía mexicana se contrajo en -0.1% en el último trimestre de 2021. La variación anual del PIB en 2021 fue de 5%, insuficiente para compensar la caída de 8.3% que ocasionó la pandemia en 2020.
Pero la economía de México empezó a caer antes de la pandemia. En 2019, el PIB cayó -0.1%, una contracción que se explica, en parte, por el bajo gasto del gobierno y, en parte, por la caída en la inversión del sector privado.
La situación económica de nuestro país se podría traducir como la crisis de una supuesta transformación que nos ha llevado a una política económica de simbolismos y lo más preocupante es que no está claro un plan y trayectoria de recuperación económica en la agenda pública.
La determinación de la administración del presidente López Obrador está enfocada en continuar con proyectos que no nos llevan hacia el futuro, no genera mejores condiciones de vida ni una economía sustentable y limpia.
Este retroceso se ve acentuado también por el rezago educativo que se padece tras dos años de una educación a distancia con modelos híbridos o hasta suspendida, cuyas consecuencias tendrá que afrontar la fuerza productiva y profesional de los próximos años en la economía de las y los mexicanos.
De este tamaño es el hoyo en el que se encuentra el país, un escenario que nadie quiere ver o que, al menor viso de asomo, se voltean autoridades, gobiernos y políticos. Todos prefieren seguir en la grilla que atender los retos más apremiantes para el país.
Son momentos para la reflexión, son momentos para hacer política, para dialogar, para acordar, para arreglar. Al presidente Andrés Manuel López Obrador le urge hacer una reflexión para que escuche a todas las voces y puedan atenderse los problemas adecuadamente.
Ya lo dijo el rector de la UNAM, Enrique Graue: “La democracia en cualquier sistema político debe garantizar la libre expresión de convicciones ideológicas y preferencias electorales de todas y todos los ciudadanos de una nación esa es y debe ser la esencia de la democracia”.
¿Y luego… cuándo el diálogo?