La democracia no tiene por qué representar un costo exorbitante y millonario. Hoy, los procesos electorales en México son de los más caros del mundo, una realidad que debe transformarse.
Para las elecciones del 2021, el gasto fue de 26 mil 819 millones de pesos, que representó más el 30% del presupuesto autorizado para las elecciones del 2015 y 10.5% más que el empleado para la elección presidencial del 2018.
Pese a que las elecciones de 2021 fueron inéditas, debido a que elegimos a poco más de 21 mil representantes populares en todo el país —algo nunca antes visto—, además de que el padrón electoral aumentó de 87 millones en 2015 a 95 millones —un crecimiento del 8.4% de votantes en los últimos seis años—, los gastos fueron mayúsculos en comparación con otros países.
De acuerdo con datos oficiales, en la organización de las elecciones y la propuesta de candidatos de cada partido político, en promedio ese año se gastaron 282 pesos (o alrededor de 14 dólares) por votante.
La mayoría de las naciones de Europa Occidental cuenta con una larga experiencia electoral en la que tienden a manifestarse bajos costos electorales. Según un análisis realizado por la BBC en 2016, en Francia el costo por votante fue de 1.88 dólares. En este país se imponen estrictos controles en las campañas que limitan los gastos.
En porcentajes, un votante potencial le cuesta a México 114% más que a Estados Unidos, nación que se supone tiene la elección presidencial más cara del mundo.
Un estudio realizado por la Universidad Nacional Autónoma de México en 2017, destacó a Brasil como el país de Latinoamérica con el menor gasto por elector: tan solo 29 centavos de dólar por votante.
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La Reforma Electoral recién enviada por el presidente López Obrador al Congreso plantea un ahorro de 24 mil millones de pesos en materia electoral, que implica, entre otras acciones, un recorte de recursos para los procesos electorales y a partidos políticos.
Ya los procesos electorales en el país están en posibilidades de dejar de ser de los más caros del mundo y habrá procedimientos modernos para que finalmente se instaure y normalice la vida democrática del país con la participación directa de los ciudadanos.
Sin duda, dinero que podrá destinarse a otros fines de carácter social que también fortalecen a la ciudadanía.
El debate por venir tendrá varios matices y momentos álgidos, pero no habrá que perder de vista que la democracia no tiene por qué salir cara para las y los ciudadanos.