En torno a las relaciones de pareja, tanto en los noviazgos como en los matrimonios, hombres y mujeres a diario tienen que sortear ciertos dilemas y complejidades en los que ponen a prueba tanto su capacidad para amar como su inteligencia emocional, pues en la búsqueda de los tan llevados y traídos balances a veces es inevitable cometer cierto tipo de errores ya sea por falta de comunicación.
Por inexperiencia o incluso por egoísmo, sobre todo al principio de la relación, ya que se trata del periodo en el que todo lo vemos de color de rosa y aún estamos en ese periodo de adaptación en el que todavía no están perfectamente bien definidas y consolidadas las dinámicas con la persona a la que amamos.
Al mismo tiempo, de forma inconsciente somos víctimas de muchos conceptos preconcebidos que muy probablemente nos han venido acompañando desde nuestra infancia y que de cierta forma nos confunden o nos obstaculizan a la hora de compaginar las afinidades y las coincidencias.
Y, no se crean, los convencionalismos, el machismo y nuestros propios complejos, entre otros factores, también hacen de las suyas y empantanan el camino hacia un mejor entendimiento.
Para empezar, debemos y tenemos que entender que no podemos hacer todo en pareja, eso no es sano y no es posible, porque a la larga puede llenar de toxicidad el vínculo afectivo que tenemos con nuestra pareja.
Simplemente hay que recordarnos en todo momento de cómo era nuestra vida antes de tener novi@ o espos@: Nos desenvolvíamos en cierto círculo social, convivíamos con nuestra familia y nuestros amigos, nuestro trabajo también tiene una importancia determina e incluso existen una serie de actividades que realizamos totalmente solos y las cuales disfrutamos hacerlas así: En soledad, en nuestra propia compañía.
Si pensamos que la vida se reduce únicamente a la búsqueda de nuestra media naranja entonces todo el tiempo nos hemos percibido como incompletos.
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La dependencia nos lleva a la pérdida de la individualidad y bajo ninguna circunstancia podemos permitir que eso nos suceda, porque en ese “antes” y en ese “después” el factor más enriquecedor de nuestra existencia debemos ser nosotros mismos.
Si empezamos a desarrollar conductas obsesivas, controladoras y posesivas vamos a caer en una espiral descendente en la que tarde o temprano harán acto de presencia el fastidio y la desconfianza.
El amor no puede ni debe ser obsesivo ni dependiente. Tiene que ser reflexivo e independiente, con dos componentes llenos de individualismos, pero también con una enorme disposición a compartir y a vincularse.
Y en la medida en la que podamos controlar nuestras inseguridades y le demos una verdadera oportunidad de fluir a la relación, iremos afianzando ese sentimiento que primero lo entendemos como un enamoramiento y después entra en una fase de mantemiento diario, cotidiano, constante y sostenido.
Aunque al mismo tiempo también tenemos que dedicar un tiempo prudente para trabajar con nosotros mismos, escudriñando en conductas negativas y tóxicas que ocasionalmente desplegamos ya sea de forma consciente o inconsciente.
Es momento de soltar falsos conceptos y entender que nos es más conveniente amar bien que amar mucho. Si crecemos en compañía de nuestra pareja existen muchas posibilidades de que nuestro amor también crezca.