En los últimos días, que han sido tiempos electorales, ha habido desafortunadas declaraciones de algunos personajes de la política que se inscriben en el ámbito de la difamación y de las acusaciones sin ningún sustento en contra del Presidente de la República.
En ocasiones da la impresión que ya sea desde la irresponsabilidad o incluso desde la nostalgia, se hacen afirmaciones temerarias sin presentar ninguna prueba y simplemente buscan que la ciudadanía o el auditorio que los escucha les conceda credibilidad.
Esta forma de difamación y de guerra sucia, o campañas negras en como se les conoce, ha sido una estrategia electoral recurrente de la derecha desde hace muchos años.
Incluso hay que recordar las máximas plasmadas en su documento guía “ave azul”, que se hizo público hace más de 2 décadas, en donde una de las instrucciones a seguir era la de difamar y mentir sobre alguien, y que en el momento que cayera por tierra la mentira, inventaran otra de inmediato.
Hay que recordar que la problemática de la seguridad y del tráfico ilícito de narcóticos es un asunto que lamentablemente se padece en este país desde hace varias décadas.
Se conoce con gran amplitud que esa actividad ha afectado a México como consecuencia de la corrupción que incluso se ha manifestado en los altos niveles gubernamentales. En particular, conviene tener presente que en el extranjero, hoy mismo hay personas detenidas y en procesos judiciales por sus prácticas indebidas cuando fueron funcionarios.
Tampoco es casual que en el contexto de una nueva estrategia para recuperar la paz en nuestro país haya quienes tengan interés con fines políticos para demeritar lo que se está haciendo. Sin prueba alguna y solo con dichos se pretende ensuciar a un gobierno y a quien lo encabeza de manera irresponsable. En ese sentido, la ley es clara, quien acusa tiene la obligación de probar
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Por ello, no es serio ni ético, hacer ese tipo de señalamientos con el único propósito de llamar la atención y de atraer los reflectores para causas personales, y que hoy solo se entienden en la desesperación de la debacle electoral de ciertos grupos.
Los nuevos tiempos que vive México en el que debe imperar el Estado de Derecho exige que los políticos actúen con responsabilidad, sobre todo cuando se trata de emitir opiniones personales basadas en supuestos absurdos motivados por el odio.
Todas y todos queremos un México libre y sin corrupción.