Una vez más el Instituto Nacional Electoral (INE) probó estar a la altura de las circunstancias, y no solo eso, dió muestra de su imparcialidad, independencia y autonomía, tal y como lo evidencian las elecciones del pasado domingo 5 de junio.
La alternancia en cuatro de seis estados son un ejemplo claro de que el INE es un instituto verdaderamente autónomo, sin ideologías partidistas, ni de pensamiento, y de lo cual debemos sentirnos orgullosos.
Pese a los constantes ataques, descalificaciones y señalamientos, el INE demostró que se debe dar por rechazada una reforma electoral que busca desaparecerlo, regresar el control de las elecciones al gobierno en turno, acabar con la transparencia en el ejercicio del voto que tanto ha costado, en pocas palabras, destruir la democracia.
El INE dejó en claro el pasado domingo que la participación de la sociedad en los comicios como representantes de casillas dan certeza a los resultados electorales, pero no solo eso, hacen válida nuestra democracia.
Por lo que la insistencia en desprestigiarlo lo único que comprueba es que los ataques en su contra no son más que un distractor para cuando las circunstancias en el país no van bien.
No cabe duda que cuando triunfa electoralmente el gobierno actual el INE pasa desapercibido, pero cuando los resultados son derrotas, las menciones negativas contra éste no paran.
Por eso yo digo sí al INE, a este INE que nos hemos dado los ciudadanos, por el que han trabajado generaciones anteriores y por el que habremos de defender de cara al 2024.
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El INE muestra su eficacia y eficiencia al coordinarse con los institutos electorales locales a fin de que 11.7 millones de personas que integran la lista nominal en Aguascalientes, Durango, Tamaulipas, Oaxaca, Hidalgo, Quintana Roo, acudieran a las 21 mil 074 casillas instaladas.
Los comicios del domingo pasado dejaron en claro que no es INE ni sus integrantes quienes violentan la ley, sino funcionarios federales que deberían ser los primeros en cuidar de la imparcialidad y la intromisión, esos que cuando pueden o se les indica, orquestan toda campaña contra el instituto que hoy hace valer el triunfo del partido mayoritario en cuatro entidades.
Por eso defender al INE no es ni será nunca una causa pérdida, como sí lo es desprestigiarlo para convercer a los ciudadanos de que necesitamos un árbitro electoral acorde a los intereses del púlpito mañanero.
Con los resultados electorales del 5 de junio queda de manifesto que la reforma electoral planteada es un golpe a nuestra democracia y la insistencia por apoderarse de nuestras instituciones, habrá cosas por mejorar sí, pero no mediante una reforma que nos regrese al pasado hegemónico.
El INE es de los ciudadanos y para los ciudadanos, por eso y porque México necesita un democracia sólida, es que no hay cabida para una reforma electoral con tintes autoritarios y antidemócratas.