Estamos a uno días de la máxima celebración del orgullo gay, pero me he dado cuenta de que las nuevas generaciones no saben lo que significa o porque celebramos. Muchos piensan que solo es ir a la Avenida de la Reforma para vivir la fiesta.
Pero va más allá, porque hoy los derechos que tenemos, como ser reconocidos como colectivo, derecho a casarnos, ser visibles, no ser discriminados, y muchos más fueron ganados gracias a muchos hombres y mujeres que lucharon por todo lo anterior, incluso, algunos, desgraciadamente se quedaron en el camino.
Veo como las nuevas voces se preocupan por las tendencias de maquillaje, ropa, lugares para comer y el reventón. Pero estaría genial que voltearan hacia atrás y vieran de donde surge esta lucha que originalmente fue una protesta por una agresión sufrida en 1969 en Stonewall por la policía de Nueva York, lo que se consideró como la cuna del movimiento.
He charlado con varias personas que son sobrevivientes, y ¿por qué utilizo esta palabra? porque muchos sufrieron el acoso, los correteó la julia o la razia en alguna redada y terminaron en los separos de alguna delegación sufriendo de vejaciones, también porque se enfrentaron al VIH, enfermedad que estigmatizó a la comunidad durante los años 80 y que aún no existe una cura definitiva.
Antes era impensable que dos hombres o mujeres se tomaran de la mano en la calle o se besaran. Hoy son libertades que pueden gozar estas nuevas generaciones. Pero esta lucha no empezó en el 69, a través de la historia ha habido personajes increíbles que lucharon por su identidad, por no estar conformes con su género.
Ese fue el caso de Catalina Erauso, conocida como la monja Alférez, que vivió en el siglo XVII; nacida mujer en España huyó del convento, decidió vivir y vestir como un hombre llamado Alonso Díaz de Guzmán. Luego se embarcó hacia Perú donde alcanzó el grado de alférez.
Sus proezas eran dignas de contarse, y que por amores descubren su secreto que fue guardado por años. Hasta que la iglesia le concede gracias a sus servicios prestados, que el resto de su vida se vista de hombre y sea reconocido así. Ahora imagínense verla en teatro. La verdad era un sueño poder ver una puesta en escena contando una historia trans de ese tiempo.
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¿Quién más se podía dar ese reverendo lujo? Sólo la Compañía Nacional de Teatro, y más me llena de orgullo porque mi maestra y amiga Zaide Silvia Gutiérrez es la que dirigió la obra con el texto del maestro Juan Ruiz de Alarcón. Desde que inicia te atrapa, por conjugar perfectamente la dirección, la escenografía e iluminación, para remontarte a ese siglo.
Y de las actuaciones, ni hablamos, porque son sublimes, están a cargo de Fernando Bueno, Eduardo Candás, Ana Ligia García, Erika de la Llave, María del Mar Náder, Carlos Ordoñez, Antonio Rojas, Gustavo Schaar. Esta puesta en escena cruzará el charco para presentarse los primeros días de Julio en el marco del Festival Iberoamericano del Siglo de Oro de la Comunidad de Madrid.
¡Qué chingonería! Muchas felicidades a la CNT por hacer un teatro exquisito y estén muy atentos a las redes de esta porque podremos verla de nuevo. Y como ven la lucha por defender quienes somos no es de ahorita, ya tiene su historia.
Los invito a que me sugieran, comenten y también me recomienden lo que les gusta. Mis redes sociales son: Twitter @Tinajas, Instagram @tinajas75 y nos vemos la próxima semana.