Los asesinatos de los sacerdotes jesuitas que ocurrieron en Chihuahua en días pasados marcarán un momento decisivo para el gobierno federal y su narrativa en materia de seguridad, la desgastada estrategia de abrazos y no balazos que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha sostenido desde que inició su gobierno.
Lo sucedido en Cerocahui no es un hecho más que lamentar y no es que existan personas más importantes que otras o tengan un mayor valor. Sin embargo, este acontecimiento nos recuerda los riesgos que corremos todos los mexicanos en cada momento y que el crimen organizado es capaz de matar hasta en una iglesia.
Sin duda, el asesinato de los sacerdotes es el más mediático en lo que va en el sexenio para el mandatario federal. La orden religiosa de los clérigos es la misma que la del Papa Francisco y su trabajo es reconocido por diversos sectores y comunidades completas alrededor del mundo. Existe una empatía implícita con ellos por su formación, su edad y trabajo en la comunidad.
El presidente López Obrador se equivoca de manera reiterada al minimizar la presencia de los grupos criminales en varias zonas del país. Incluso, al hablar de las pasadas elecciones señaló que esos mismos grupos delincuenciales “se portaron bien”, como si fuera un acto de solidaridad ante el gobierno, como si no fuera su responsabilidad el combate al narcotráfico.
Existe un desencanto generalizado, según el INEGI casi 7 de cada 10 mexicanos se sienten inseguros en su lugar de residencia. Casos puntuales los que suceden en Guanajuato, Michoacán o Zacatecas en donde la percepción ciudadana es que regiones completas están tomadas por la delincuencia organizada.
Una mala noticia para México el asesinato de los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín Cesar Mora Salazar, así como el guía Pedro Eliodoro Palma. Una mala noticia para los mexicanos que el presidente minimice los hechos y que no se encuentre en la zona.
Una mala noticia para los mexicanos saber que no habrá una revisión en la estrategia de seguridad, parece que los abrazos y no balazos seguirán el resto del sexenio, a pesar de que maten hasta en la iglesia.