Definitivamente no se puede considerar el éxito en cualquier encomienda cuando los escándalos en la materia siguen a la orden del día, además de que las prácticas más nocivas en el servicio público prevalecen en todos los niveles del gobierno sin que exista auténtica certeza para la ciudadanía de que se está combatiendo desde el primer hasta el último escalón de la función pública, en todas las entidades federativas y, desde luego, en todos los poderes.
Si bien la forma en que suele medirse el avance de la lucha contra la corrupción es a través del denominado Índice de Percepción de la Corrupción, ello no es más que un paliativo que no revisa las entrañas de los procedimientos y es uno de tantos indicadores que determinan si las cosas se están haciendo bien o no y que, sobre todo, se está teniendo éxito.
Lo que ha sucedido a lo largo de estos años de la administración actual fue un avance en la percepción de conformidad con este índice, sin embargo, ello obedeció al impulso de la llegada de un nuevo gobierno que, entre sus banderas principales, tenía el desterrar de forma absoluta cualquier acto de corrupción, de tal manera que la ciudadanía percibió que se estaba combatiendo y que, además había buenos resultados.
Sin embargo, ello se difuminó de inmediato con la prevalencia de escándalos mediáticos en los que se involucraba a diversos funcionarios públicos actuales en hechos presumiblemente de corrupción, desvío de recursos y otras conductas que el pueblo de México necesita que se eliminen por completo ya que, a fin de cuentas, fue lo que eligió cuando se le presentó una propuesta.
Además, debemos aceptar que la corrupción es un mal arraigado en lo más profundo de la sociedad mexicana por lo que no bastan discursos o algunos meses para acabar con un flagelo de décadas si no es que de siglos en el que no sólo intervienen servidores públicos sino la sociedad civil en general.
Falta mucho por hacer, entre ello, entender que buena parte de esos problemas surgen dentro del gobierno y se debe tener mano firme para sancionar a cercanos o no a quien gobierna actualmente.