Somos nosotros los que estamos errados al decir que la estrategia de paz -la de “abrazos no balazos”- es la que está mal. La profundidad abismal con la que la 4T está conduciendo la seguridad pública no tiene nada que ver con los discursos electoreros y banales. Ellos sí son todos unos eruditos respecto a las conductas antisociales humanas. Son tan expertos que han concluido que el buscar las causas de la criminalidad, cueste las vidas que cueste, es la transición necesaria para frenar el daño que se le ha hecho al país en los últimos tres lustros.
En el pasado, cuando se enfrentó al narcotráfico, el costo fue altísimo: miles de vidas. Sin embargo, ahora que no se le combate abiertamente, porque “se buscan las causas”, el costo en vidas humanas se está duplicando.
Eso está justificado. Es el precio que se tiene que pagar por transitar hacia el régimen bueno, es el precio de la bendición de la Cuarta Transformación.
Mientras se hace un exhaustivo análisis del tejido social y se emiten rigurosos estudios, la realidad se presenta con toda su crudeza: dos de cada tres mexicanos se siente inseguro (Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, segundo trimestre de 2022, INEGI).
En Fresnillo, Zacatecas, y en Obregón, Sonora, casi toda la población tiene miedo a salir (9 de cada 10), pero eso es porque los sicarios se quedaron adoloridos por la guerra contra el narcotráfico y ahora están cobrando venganza.
Según el rigor técnico avalado y galardonado por la comunidad internacional, apenas las células del crimen organizado sienten los efectos de la violencia que se propició desde el 2006 y coinciden en que tardará años en quitarse.
Y para quienes critiquen los datos duros, basta recordar que los homicidios dolosos son registrados por las fiscalías de los estados, es decir, por el fuero común, pero en el sexenio 2006-2012, y más o menos en el 2012-2018, se deben computar también a las víctimas del narco que malamente no registró el fuero federal, aunque esa era su obligación.
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Si hay más homicidios en este casi cuatrienio es porque ambos fueros “contribuyen” a contar a las víctimas y porque antes no reinaba la información y transparencia… hoy sí. Hoy sí se cuenta bien y sin miedo a la verdad.
¿No me creen?, es que este gobierno no juega con los números, así como se hacía antes. Los 128,630 homicidios dolosos que al 20 de julio tiene registrados el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) durante estos tres años, sí son más que los que acumularon los anteriores sexenios completos, 121,613 y 157,158, respectivamente.
PERO en este semestre hubo una maravillosa disminución del 9.1% en comparación con el mismo periodo del año anterior. Eso borra todo lo demás. Eso refleja el éxito de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, esa variación de un semestre es la que hay que anunciar en medios. Esa disminución de periodo vale más que los casi cuatro años juntos. Esa disminución en el último semestre es poderosísima.
Además, los resultados que está dando esta estrategia en seguridad se puede apreciar en Guerrero, Michoacán, Sonora y Zacatecas, donde Morena gobierna por primera vez. Ahí, la violencia ha tenido repuntes, pero eso es porque a petición del presidente, que ama las ciencias sociales y es todo un científico, hay una gran cantidad de criminólogos y demás expertos contratados para analizar los factores endógenos y exógenos de la delincuencia, lo que hace más difícil que las autoridades puedan actuar.
Se les ha dado la orden a los elementos de seguridad pública de no actuar, ya que se tiene que seguir investigando la profunda criminogénesis. La población, los empresarios, piden a gritos que se haga algo, ya que son víctimas de cobro de piso, se les está despojando de sus casas, pero no hay que hacer nada contra los delincuentes. Pobres delincuentes, ellos también sufren mucho y su proceso de readaptación social y redención espiritual emanará de la paz.
Se le ha dotado de mayores recursos y adiestramiento a los elementos de la Marina, el Ejército y la Guardia Nacional para que huyan si se topan de frente a los criminales, ya que eso es más valiente. Cuesta más huir y permitir que los grupos criminales difundan videos donde humillan a las Fuerzas Armadas o donde se les doblega para que dejen escapar a cómplices.
Las niñas y niños que han sido masacrados, los sacerdotes jesuitas, las mujeres y los pobres campesinos y vendedores de alimento son los mártires de estas tácticas inteligentísimas. Son las víctimas que por desgracia cada transformación trae consigo en este proceso de transformación de los paradigmas.
En fin, toda la comunidad internacional ya se da cuenta de que México está siendo referente de paz y seguridad. Países que enfrentaron directamente la atroz Segunda Guerra Mundial, como el Reino Unido y Francia, se unen a ovacionar la súper táctica del presidente, la de no afrontar al crimen organizado y la de tener cuidado hasta de pronunciar los nombres de sus cabecillas y, por el contrario, utilizar el espacio público para ventilar a periodistas incómodos.
El presidente pone el ejemplo a las naciones y les enseña cómo deben actuar ante los enemigos que asesinan sin piedad. Eso debió de haber hecho Colombia contra el narcotráfico y no les caería mal recibir el discurso amoroso a Estados tan enemistados, como Irán y Palestina o, incluso, a Rusia, para que detenga su invasión bélica contra Ucrania. Sería bueno que nuestro presidente fuera con ellos a darles consejos de paz para fortalecer nuestras relaciones diplomáticas.
La 4T está convencida de que los cárteles no matan si no se les afronta. El espíritu moral del presidente es tan poderoso que, incluso, los niños que crecieron con armas y que no han tenido otro entorno más que el de la violencia, podrán ya de adultos dejar su estilo de vida y encomendarse a la fe, pero no a la fe religiosa de los conservadores, sino a la fe juarista de la transformación.
Eso, estimado lector, es lo que hace a la 4T tan milagrosa, el hecho de que al igual que la Independencia, la Reforma y la Revolución, los héroes de la Cuarta Transformación lucharán por desentrañar las causas de los problemas, aunque cueste más vidas y derrame sangre en toda la geografía nacional. Porque todo cambio de régimen es así.
Porque es el precio que se tiene que pagar por la grandeza y por hacer las cosas bien por primera vez desde que se erigió el régimen del (casi extinto) partido hegemónico. Porque es el precio que se tiene que pagar por la ansiada llegada del mesías salvador. No desesperemos por los resultados favorables, esos vendrán después, como un milagro.