Es lo que me decían mis hijas, cuando la magia de la inocencia acompañada de ilusión, confianza y esperanza daba respuesta a sus inquietudes y dudas ante los conflictos que la vida les presentaba, aunque pensándolo bien, tal vez, sólo era un muy, muy antiguo y viejo pretexto para sentir un cálido abrazo antes de viajar al mundo de los sueños.
Pero también sucedía que se encontraba en ellas, aquella invitada curiosa, inquieta, con una gran necesidad de saber más, por lo que, el cuento contado, no era suficiente. ¡No, no, no!, la historia no podía terminar ahí.
Surgía la pregunta que a todo padre o madre le pondría a temblar, pues lejos de ser un dulce cuento para ir a dormir, invariablemente sus ojos elucubraban y especulaban, un destello en su mirada aparecía.
Era claro que la historia se transformaría ante la ingenua pregunta (y terrorífica para mí) de… - ¿y… entonces qué pasó?, -como diciendo- ¿qué más hay? Las cosas ¡no pueden quedar así!, ¿¡debe haber algo más!?, ¿qué sucedió con…? Justo aquí la inventiva de todo aquel que ha narrado historias tenía que salir a flote, salvar el momento mágico y llevar la historia y, la dignidad personal, a buen puerto.
¡Cómo extraño esos momentos! Era increíble el poder de una varita, que podía transformar tanto las personalidades como las relaciones con un par de palabras: “lo siento”, “me perdonas?”, “me equivoqué”, “muchas gracias”. Hoy observamos con tristeza cómo cuesta cada vez más, expresarlas.
¿Qué podrías empezar a transformar en tu vida si comenzaras el día agradeciendo?
Las alegrías, las tristezas, los encuentros y los desencuentros, la salud y la enfermedad, los éxitos y los ensayos para lograrlo, al narrar tu historia, cabe la posibilidad de reescribirla, dando a cada evento la validez que tiene:
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Reconozco el dolor que me causó aquella perdida, los difíciles momentos que atravesé estando gravemente enferma, la ruptura de aquel novio que tanto amaba, el despido injustificado del trabajo de mis sueños, el divorcio de mis padres, el abuso sufrido en la infancia…
Todo lo que ha fracturado mi corazón, mis relaciones, mi salud, mi seguridad… lo narro, reescribo, desmenuzo, vuelvo a construir, y en ese tránsito, y también busco lo que me dejó de aprendizaje, de fortaleza, de enseñanza, de madurez, lo que surgió en mí durante el evento, mi evento, el que marcó esa etapa de mi vida.
Es imposible quedarse impasible ante eventos que nos trascienden; al momento no percibimos todo lo que genera, cuando lo escribimos, es como ir armando un rompecabezas, cada vez aparece una pieza nueva, algo que no habíamos notado, que viene a enriquecerlo, aportarle diversidad de matices, nuevos elementos a considerar:
Reconciliación le nombro al proceso de escribir. Porque es lo que hace, con nosotros mismos, con el otro, sea jefe, pareja, familia, salud… tú decides si dejas a las palabras ser etéreas y revolotear en tu cabeza, o las trazas sobre papel abriendo la posibilidad a nuevos significados.
Con tu trabajo personal, sé tú el narrador que profundiza en sus experiencias y descubre significados inesperados. En C7 te acompañamos en tu travesía.
Verónica Corral Berumen
Consultorio c7 Salud Mental
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