Por Connie Molina
Ana de 50 años, con una carrera trunca en psicología, la cual decidió dejar para dedicarse al hogar, casada hace veinte años con Pedro, tres hijos de diecinueve, diecisiete y dieciséis, llega a consulta porque se siente terriblemente vacía, siente frustración por no sentirse una madre necesitada por sus hijos ahora que han crecido, siente temor de que estos dejen pronto el hogar y quedarse sola, su círculo social es muy pequeño, solo algunas amistades que ha hecho al paso de los años con otras madres de compañeros de sus hijos. No tiene pasatiempos, ni actividades fuera de lo que son el cuidado de sus hijos, de Pedro y la organización del hogar. Últimamente, ha manifestado ataques de ansiedad, apatía e insomnio.
El síndrome de Wendy
El síndrome de Wendy, está inspirado en el personaje del mismo nombre dentro del cuento de Peter Pan. Wendy se caracteriza por su enorme necesidad de tener a alguien a quien cuidar para así afirmar su identidad.
Está marcado por la culpa de no ser suficiente para cubrir con todas las necesidades de los que dependen de ella, no se trata de algo biológico ni natural, sino de un patrón adquirido por cuestiones educativas y sociales. Aún ahora muchas mujeres son educadas con la idea de que son las responsables de cargar totalmente con el cuidado de la casa, los hijos y la pareja, además de otras responsabilidades y, de las relaciones sociales familiares. Demasiadas cosas de las que ocuparse.
Tiene sello femenino y se acentúa con la maternidad; no solo por la carga que supone tener hijos, sino por toda la responsabilidad que conlleva su cuidado, también por esas creencias de resultar imprescindible para cubrir las necesidades del entorno.
“La ansiedad puede aparecer en estos momentos, Si no puede cumplir con esta misión de entrega a otro, se siente perdida y con un gran miedo al rechazo, por lo que todos sus esfuerzos van destinados a obtener la aceptación de los demás. En la relación con sus hijos, este miedo al rechazo se pondrá de manifiesto evitando cualquier conflicto que pueda suponer una brecha en la relación con ellos.
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Le costará mucho sostener cualquier desencuentro y, quizás, busque salir de ese malestar, disculpándose por algo que no ha sabido hacer, restando importancia a lo sucedido o entregándose aún más a las necesidades ajenas”, aclara Ana Muñoz, psicóloga y terapeuta Gestalt, miembro de la Asociación Española de Terapia Gestalt.”.
Todas las mujeres en esta sociedad en algún momento de nuestra vida hemos tenido la responsabilidad de satisfacer las necesidades de nuestros seres queridos, a sacrificar algo de nosotras por amor, lo peligroso es cuando se cae en la creencia de tener que ser indispensables para los demás olvidando nuestras propias necesidades con tal de cumplir con el rol impuesto socialmente, ya que “es lo que se espera de nosotras”.
¿Esto te hace ruido?
Continuará…
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