Entre las consecuencias inmediatas y más evidentes de la invasión de Rusia a Ucrania se encuentra el aumento de los precios del petróleo, por mencionar un ejemplo, pero desde luego que las secuelas de la guerra van más allá. En materia alimentaria se ha producido un desafío mayúsculo para el mundo.
Ucrania es uno de los países con mayor producción de productos alimenticios. Se estima que desde que inició la guerra hay cerca de 20 millones de toneladas de sus granos que no se han exportado. El fenómeno dio como resultado un importante desabastecimiento global y, en buena medida, podría llevar a una crisis alimentaria en todo el mundo, con escasez de productos y altos precios.
De acuerdo con analistas, la invasión de Rusia a Ucrania tiene tres niveles de impacto en la seguridad alimentaria global. El primero se refiere a las necesidades que el conflicto armado generará en la población de ambos países. No hay duda de que la violencia, el caos natural en este tipo de escenarios o las sanciones internacionales provocarán escasez y altos precios de alimentos, que terminarán afectando a toda la población.
En segundo lugar, los países que dependen en gran medida de los productos alimenticios que producen tanto Ucrania como Rusia también tendrán que enfrentar la necesidad de encontrar otras vías de abastecimiento. Finalmente, el tercer nivel de afectación del conflicto se vincula con el resto del mundo, que resiente el aumento de los precios de los alimentos, dada la escasez de producción o barreras para su idónea distribución.
Más del 70 por ciento del territorio ucraniano es tierra apta para actividades relacionadas con la agricultura, y entre los bienes que más se producen en el país se encuentra el trigo. Rusia y Ucrania son conocidos como “el granero de Europa” ya que sus exportaciones representan el 29 por ciento de toda la población global de trigo y el 19 por ciento de maíz. Pero también desde ahí se exporta gran cantidad de otros productos agrícolas, como cebada, centeno, aceite de girasol y papas.
Frente a este contexto, es imperativo enfocar los esfuerzos en la construcción de una estrategia alimenticia que ubique al campo como uno de los actores más relevantes para la seguridad nacional del país.
De acuerdo con Amanda Little, experta en asuntos de medio ambiente, agricultura y alimentación, la crisis alimenticia ocasionada por la guerra en Ucrania debería ser una muestra de lo importante que es integrar en los planes de seguridad nacional una estrategia agrícola a largo plazo.
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El campo mexicano, sus trabajadoras y trabajadores, así como sus recursos confirman su valía e importancia precisamente en contextos de crisis mundial como la actual. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el año pasado México estuvo entre los primeros 10 productores agrícolas y fue el octavo exportador de alimentos al mundo.
El desarrollo de México, de la salud de la población y la protección de la biodiversidad están ligados estrechamente con el campo. Invito a todas y todos a trabajar en ese camino y asegurar el bienestar de este sector tan importante.