No hay espacio para dejar de denunciar

Yeraldin Juan Cortes acudió a la FGJCDMX para interponer la denuncia contra Florencia Serranía por el accidente en la Línea 12 del Metro.
FOTO: GALO CAÑAS/CUARTOSCURO.COM

Aún dentro de lo complejo de nuestra sociedad, con todos sus claroscuros, la paz y la tranquilidad continúan siendo las condiciones que nos mueven a tomar acciones como ciudadanos. Son nuestra meta y la demanda que le hacemos a las autoridades de manera permanente.

Eso excluye la idea de que somos una sociedad que ha optado por la violencia o cuya mayoría ha perdido la esperanza en la posibilidad de que construyamos un entorno de convivencia armónica, en el cual las agresiones no tengan ninguna justificación.

Porque en este momento, a pesar de los reclamos, encontramos excusas para no denunciar o hacer a un lado nuestra responsabilidad civil de no permitir que los actos de violencia sean una constante en nuestros vecindarios y en nuestras ciudades.

Recordemos que antes hemos tenido episodios similares a los que hemos vivido recientemente y tampoco nuestra participación era notable, por la desconfianza que teníamos en las propias autoridades que estaban encargadas de mantener la seguridad.

Sin embargo, no contamos con las mismas evidencias de complicidad que sí nos constaban en el pasado y esa es una enorme diferencia que estamos desaprovechando para lograr mejores condiciones de vida.

Confiar es un ejercicio que no practicamos mucho, y se entiende por nuestra historia, aunque hay que comenzar en algún momento y eso no tiene nada que ver con preferencias, filias o fobias. La delincuencia no distingue y mantenernos en una división imaginaria, porque todos coincidimos en que la seguridad es la principal demanda ciudadana, es una omisión que resulta costosa, que impide detener actos criminales.

Hay mecanismos de denuncia, oportunidades de interlocución oficial, números de emergencia, incluso la exhibición en redes sociales de aquello que nos afecta y puede mover a la indignación general, así que no faltan canales de comunicación para hacernos escuchar.

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Eso lo saben también los delincuentes y por eso aprovechan esas plataformas, además de a los medios de comunicación, para amplificar su mensaje con el propósito de provocar el miedo suficiente para paralizarnos.

No lo podemos permitir. En la historia hay muchos antecedentes de ese tipo de estrategias y el objetivo era inmovilizar a la sociedad, no multiplicar las agresiones.

Por ejemplo, de acuerdo con una revisión hecha por el reconocido autor Malcom Gladwell, el Ku Klux Klan no asesinó realmente a tantas personas como afirmaba (no tenían suficientes integrantes, ni armas o caballos para ello), pero quienes tristemente se topaban con un grupo de sus miembros corrían un destino terrible, lo que ocasionaba pavor entre la gente y hacía imposible la denuncia para detenerlos.

No podemos perder la capacidad de asombro o relativizar la violencia, hay que ubicarla en su justa dimensión, para ejercer nuestro deber de señalar lo que vemos o sabemos qué sucede a nuestro alrededor.

La impunidad de nutre de la apatía social y escudarnos en la falta de confianza o en nuestro rechazo a un modelo de construcción de paz es el mejor mensaje que puede recibir el crimen organizado, que es toda actividad que afecta nuestro buen y bien vivir.

Dejemos a un lado opiniones y prejuicios, hagamos lo que nos corresponde y no cobijemos la violencia con nuestro desinterés. Una sociedad que en verdad busca cambios, llega a la conclusión de que son más los valores que nos unen y por eso no podemos mirar hacia el otro lado. Menos cuando se busca sembrar miedo.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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