Desde hace varias semanas los diputados están revisando un conjunto de iniciativas para avanzar en la reforma política electoral que el país requiere. En ese contexto, de manera destacada se encuentra la propuesta del Presidente de la República.
Si hay una cuestión en la que hay coincidencia entre los partidos políticos, autoridades, expertos e incluso académicos es en los altos costos que tiene nuestra democracia.
Es bien sabido que los procesos electorales mexicanos se ubican entre los más costosos del mundo y eso se debe fundamentalmente a las prácticas indebidas que operaron a lo largo de muchos años.
El combate a los fraudes electorales obligó a construir instituciones y mecanismos que implicaron altísimos presupuestos pagados con la contribución de la ciudadanía.
En los años por venir todos tenemos la obligación de buscar la disminución de los gastos electorales, sobre todo es posible incidir en ese sentido, si se eliminan los privilegios y los altos costos que representa la burocracia electoral.
Es inadmisible que en un país con tantas carencias se haya construido y enquistado una burocracia dorada en las instituciones electorales.
Es fundamental que se racionalicen los recursos públicos y se dediquen esencialmente al fortalecimiento y consolidación de un sistema electoral eficaz, confiable y profesional, pero también apegado a los principios de la austeridad.
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Sin duda, es deseable que se revisen con cuidado los presupuestos de la institución responsable de la organización de los comicios para evitar excesos, en especial en los gastos que realiza.
En el presupuesto que habrán de aprobar los diputados para el próximo año es indispensable cuidar que se haga más con menos y en ese sentido se requiere que con respeto a la autonomía de la autoridad electoral se analicen las estructuras, pero sobre todo que se elimine el sistema de privilegios y de excesos en los que ha caído el Instituto.
En la medida que los recursos se canalicen a las actividades sustantivas de ese órgano constitucional también se consolidará nuestra democracia.