Después de la presentación del cuarto informe de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, estamos no sólo saturados de las opiniones porristas del régimen, si no de la forma en la que disuaden las mentiras, dirigiendo la atención en lo sencillo, humano y austero del modo de presentar la información.
El presidente y sus seguidores son expertos en apelar a la emoción y en fomentar juicios parciales que alimentan los complejos más densos de la sociedad mexicana. Saben enfocar la discursiva a una supuesta ‘austeridá’ y humildad lastimera.
Sin embargo, con un criterio objetivo vale la pena hacer un retroceso. Desde la Constitución de 1917, el presidente acudía a la apertura de sesiones del Congreso -sean ordinarias o extraordinarias- donde presentaba un informe por escrito. Sin embargo, prevaleció la costumbre política de pronunciar un discurso que sintetizara “sus logros” de gobierno.
Una reforma constitucional, de agosto de 2008, liberó a los presidentes de acudir al Congreso de la Unión y a pronunciar el mensaje de sus informes de gobierno, así como sus razones y causas. Un mes después, septiembre de 2008, los presidentes y sus sucesores presumen sus “logros” en eventos que ellos mismos organizan en las sedes que eligen.
En el más reciente discurso de AMLO, si bien el mensaje político no se transmitió en cadena nacional sino por las redes sociales de la Presidencia, eso no ha impedido que sus seguidores digan que el discurso “fue sencillo y sin opulencias”.
Pero la realidad es que siguió constituyendo un foro con el pretexto para continuar comunicando a su conveniencia. Según SPIN, Taller de Comunicación Política, López Obrador expresó 173 afirmaciones falsas, engañosas o que no puede probar, desglosadas de la siguiente manera: 120 afirmaciones no comprobables, 50 promesas y 3 falsas.
Por otro lado, generó tanta expectativa y tiene tan pocos resultados que se concentra en lo seguro: en presumir las pensiones para adultos mayores, niños con alguna discapacidad y jóvenes trabajadores, que en total suman casi los 30 millones que necesita para continuar asegurando su base electoral.
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Sus mensajes respecto a las refinerías en Deer Park, Texas, y Dos Bocas, Tabasco; el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, en el Estado de México, y la construcción del Tren Maya, en el sureste del país, no hacen sino seguir asegurando a su base electoral, principalmente en el sureste, y comprometer a las y los empresarios interesados en continuar llenándose los bolsillos a costa de obras estériles y contaminantes de la denominada 4T.
La pobreza, la marginación y la inmundicia a la que este régimen nos ha conducido no hace más que centrarse en otro aspecto ambiguo en materia de seguridad pública: las causas de la delincuencia. Ello también suena muy bien en el discurso.
Bajo ese argumento, al buscar las causas profundas de la delincuencia, no podemos combatir sino esperar a que den resultados sus políticas integrales sin una estrategia definida y resultados nulos a 4 años de gobierno. Por eso también se justifica la militarización del país, que no es sino una táctica desesperada y peligrosa.
Se demostró que la figura presidencial está respaldada por una supuesta aprobación, pero no por los hechos ni los datos duros. Es por eso, que al igual que el avión presidencial y el económico AIFA, donde se venden tlayuditas y sirve mejor como terminal de autobuses, son símbolos de que él es diferente a la clase política anterior. Pura hipocresía.
El presidente, con su mirada convencida, megalómana y perdida, y con su tono de voz lento y monótono, ofreció un evento que se pareció más a una mañanera elevada a la milésima potencia.
Un discurso tan alejado de la realidad que resulta hasta vergonzoso, como el hecho de que mencionara que no existe la oligarquía mientras uno de sus hijos apareció en una millonaria residencia en Texas, mientras que el menor es enviado al Reino Unido, acompañado de una funcionaria pública como escudera para estudiar (ambos con vida neoliberal) ; mientras sus dos hermanos fueron captados recibiendo fondos para su campaña y demás miembros de su familia y administración son captados en grandes lujos que nada tienen que ver con la ‘asuteridá’ republicana.
Y así, un servidor se ha enfocado más en analizar el estilo comunicativo del Cuarto Informe que en el fondo del mismo, porque es alevoso, falso y mentiroso.
Para exponer los datos duros continuarán las expertas y expertos, mientras que para los debates habrá que escuchar a analistas, que por supuesto, enfrentan a sectarios de la 4T, quienes no hacen sino hacer lo que hace su demagogo mesías y que volvió a demostrar este 1 de septiembre que más vale aferrarse al pasado y referirse a los hechos con ambigüedades y parábolas, porque que son sencillas y fáciles para disuadir y convencer a una sociedad cada día más empobrecida y necesitada.