Lamentablemente, desde tiempos inmemoriales, la historia registra diversos intentos de magnicidios que reprobamos enérgicamente, ya que la violencia no puede justificarse bajo ninguna perspectiva. Lo sucedido en Japón y en Argentina recientemente pone en evidencia que la actividad política despierta pasiones y que, como es natural, al afectarse intereses hay quienes están dispuestos a acallar las voces de personas o líderes con los que no se coincide.
Desde otro punto de vista, afortunadamente se trata de hechos aislados y cada uno responde a circunstancias distintas. En ese sentido, en cada caso es necesario contar con información precisa y analizar el contexto en que se dieron esas penosas situaciones.
Lo que resulta indispensable es hacer una profunda reflexión sobre las condiciones que han propiciado la comisión de esos delitos y procurar una mejor armonía, el diálogo y el fortalecimiento de los canales democráticos para resolver las diferencias políticas.
Al mismo tiempo es necesario proteger las vidas de las personas que tienen la responsabilidad de conducir el destino de sus sociedades, pero sin que ello signifique distanciar a los líderes políticos y sociales de sus comunidades.
La evaluación de la seguridad de todas las personas es una tarea que debe realizarse cotidianamente, tanto de los líderes mundiales como de la sociedad en general. Es un tema complejo que requiere un análisis profundo e integral que involucra no solo cuestiones de carácter de seguridad sino también sociales y políticas, entre muchas otras.
Cada caso es diferente y responde a sus propias coyunturas. Por eso, en cualquier esfuerzo que se haga debe tomarse en cuenta el contexto. En donde se considere necesario, deben reforzarse las estrategias y acciones que brinden mayor seguridad personal a los líderes políticos mundiales.
Es necesario y conveniente que se revisen estas aristas, pero también que se valoren otros aspectos para mejorar los canales democráticos para la solución de controversias y la eliminación de la violencia.