En las últimas semanas han ocurrido distintas tragedias alrededor del mundo en donde grandes líderes mundiales han resultado víctimas de crímenes mayores. Me refiero en particular a el atentado a Shinzo Abe, ex primer ministro de Japón quien perdió la vida el pasado 8 de julio y al atentado fallido que sufrió la vicepresidenta de Argentina, Cristina Fernández, a quién le accionaron un arma de fuego sin éxito la semana pasada.
Es real que el mundo vive una crisis de nacionalismo en donde las ideas cada vez se polarizan más en la población, la sociedad se vuelve más intolerante a la postura opuesta y esto ha llegado a causar problemas más personales que políticos en la ciudadanía. Fruto incluso, de las ideas que ciertos líderes promueven para profundizar los extremos ideológicos y garantizar a una base de electores que pueda acompañarlos incondicionalmente.
Los niveles de inseguridad crecen en distintas regiones del mundo, no siendo México la excepción, y con estos aumenta también la impunidad, lo que motiva al agresor a realizar este tipo de actos, manteniéndose impune ante las faltas que pueda cometer. Y así se han fortalecido distintos grupos del crimen organizado que gozan de impunidad y ostentan cierto poder ante las autoridades correspondientes.
Es un asunto de altísima prioridad el poder convocar a la sociedad a mantenerse en paz y en respeto a la esfera de derechos de cualquier tercero. La violencia sólo promueve más violencia y se convierte en un círculo vicioso que no se detendrá hasta que se tomen las medidas pertinentes para que el Estado garantice el monopolio de la fuerza. Por esto la importancia de una acertada política pública en materia de seguridad.
Los líderes mundiales deben no solo ser conscientes de la situación de sus países y no escatimar sobre la seguridad que los acompaña en sus actos públicos, sino que deben procurar dar mensajes colectivos que incluyan a todos los sectores de la población y que inviten a la sociedad a poner la paz por delante de cualquier asunto político y electoral.
Al fin y al cabo, son líderes electos que tienen una grandísima responsabilidad sobre lo que promueven ante sus gobernados.