Hablar de la construcción de la paz es indispensable, es urgente y necesario, porque la paz es un estado al que todos aspiramos, anhelamos y merecemos.
Por eso resulta paradójico que quien o quienes hablan de paz también destruyen naciones, comunidades, o bien, infundan miedo, división y venganza.
Justo cuando se celebra el Día Internacional de la Paz, Ucrania está invadida y librando una guerra que el odio y la obsesión del poder obligó a que miles de familias dejarán su hogar.
Corea del Norte se declara un Estado con armas nucleares; en Afganistán se excluye a las niñas a ir a las escuelas; sigue el conflicto entre Isarel y Palestina; en Irán, mujeres se cortan el cabello y queman el hija en protesta; en Nicaragua el gobierno persigue a la iglesia católica y a los opositores; en Cuba se calla y se encarcela a quien critica al régimen, lo mismo que en Venezuela.
Y así podría seguir con la lista de hechos lamentables en todo el mundo, en donde impera todo menos la paz; pero no hace falta irnos tan lejos, basta con echar un vistazo a las noticias de nuestro México, noticias de terror por la violencia y la inseguridad que provoca la delincuencia y el crimen organizado.
Los actuales niveles de violencia que se viven en el país nos hace creer que el concepto de paz pareciera olvidado, y digo pareciera, porque afortunadamente hay una gran mayoría en México que trabaja por la construcción de la paz, y que rechaza la inoperante estrategia de abrazos no balazos.
La paz que necesitamos en México no nos la va a proporcionar un solo hombre, aunque eso nos hagas creer, la paz comienza por nosotros mismos, en nuestro metro cuadro, y desde ahí, va expandiéndose a lo alto y ancho de nosotros mismos.
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Es imprescindible entender que la paz no es la ausencia de la guerra, y si bien en México afortunadamente no estamos en guerra, tampoco vivimos con paz, con tranquilidad, con certeza, con armonía, pues la delincuencia y crimen organizado nos las han arrebatado ante la permisividad de las autoridades que deberían garantizarlas.
Un régimen que no ha hecho valer el Estado de derecho, y mucho menos, nuestro derecho a vivir en paz. Ahí están los llamados de paz por parte de diversos sectores de la sociedad mexicana, esos a los que nuestras autoridades han hecho oídos sordos o los han descalificado.
Por eso hoy, en este día, los invito a ser constructores de paz, a saludar al vecino aunque no interactuemos constantemente con él, a hacer cadenas de amor o de empatía, a vernos como pares y no como adversarios.
Cuando las niñas y los niños nacen, nacen sin conocer el odio, de nosotros los adultos depende que ellos sean constructores de la paz o destructores de la misma. Hagamos más comunidad y menos división.
Ya lo decía Nelson Mandela: “Ninguna niña, ningún niño nacen odiando a otra persona por el color de su piel, por su origen, por su religión”.
Hoy parece que la paz es una utopía, yo sinceramente prefiero abrazar esa utopía que creer que México jamás volverá a vivir con paz. Ha llegado el momento de ser constructores de paz.