Opinión

Los secretos en las familias

Cerebro México
Cerebro México Foto: Medium

En las historias familiares hay hechos que duelen, debilitan, avergüenzan o hieren. No hay quien se libre de eso.

A veces como respuesta a esto que genera tanto dolor, el sistema trata de protegerse, generando mecanismos defensivos como el silencio, o relegando el evento al olvido. Se entierra su contenido, o se excluye algún miembro, en el caso de aquellos que son los causantes de dicha vergüenza. Buscando cómo sanar la herida, se generan conflictos inimaginables.

Los silencios tienen un entramado complejo, se convierten en tabúes, en una carga que genera consecuencias incluso por generaciones, impidiendo la fortaleza y la salud del grupo.

Todo lo que no está permitido decir cae en la sombra. Abortos, suicidios, abusos, violencia, homicidios, estafas, hijos no reconocidos, historias amorosas paralelas o amantes, perversiones, locura, personas que perdieron la vida en hechos poco claros, muertos en la guerra, desertores, aquellos desleales a una causa.

En algunos grupos, incluso la homosexualidad que desde sus creencias es pecado o algo aberrante. Los que deciden no tener hijos, no seguir con el negocio del padre, ni continuar el legado profesional del linaje: médico, abogado, maestro, etc. Son tantas las causas que generan un exilio.

Se requiere integrar lo que dolió o devastó para que pierda su poder y quede en el pasado. Así es como una mirada sistémica permite vernos no solo en nuestra individualidad, sino vinculados a otros, generando redes que tienen mucha fuerza, especialmente en la familia.

Cuando hay algo no hablado, escondido, excluido, sin estar consciente de ello, tantas veces permitimos que esto gobierne, que se adueñe de nuestra forma de responder a las dificultades, nos inhiben de relacionarnos armoniosamente, nos pueden generar vacío, sentirnos incompletos, aunque no comprendamos por qué.

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El amor por sí solo no asegura el bienestar, no es suficiente: necesita un orden. Es a lo que los consteladores denominamos el “buen amor”.

Cuando hay un trabajo de integración, sobre aquello que duele en el sistema familiar, reconociéndolo, identificando el sufrimiento que causó, resignificando su contenido y después usarlo como experiencia, es muy probable que esto sea uno de los tantos factores que nos conduzcan hacia el bienestar, hacia una vida de provecho y a la realización.

El buen amor supone que hemos avanzado emocionalmente para respetar y asentir al pasado, a los dones, a las heridas de nuestros anteriores, en lugar de involucrarnos en estas últimas, repitiéndolas en tantos casos o mostrándoles a nuestros antepasados, una fidelidad malentendida a través de nuestra infelicidad.

Para ello se necesita mucho más que voluntad y deseo. Se requiere un trabajo profundo, un desmadejar la historia para ir revisando lo que estos secretos nos generan.

Así, el buen amor logra que vayamos un poco más allá, en una mejor vida, en una capacidad de ser nutricios para nosotros, y los que nos rodean.

DZ

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