“Se perdió el miedo a Dios”, fue lo que dijo recientemente la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), ante las agresiones contra sacerdotes por parte de narcotraficantes, autoridades municipales e incluso por los pobladores, y que van desde ataques con ácido, agua caliente y armas punzocortantes.
Estadísticamente, el Centro Católico Multimedial ha contabilizado que cada semana son atacadas 26 parroquias en México, y que tan solo en 2021, se registraron 850 extorciones y amenazas de muerte en contra de sacerdotes en todo el país.
Agresiones que han dejado con alguna discapacidad a sacerdotes víctimas de estos delitos, tal y como lo documentó Publimetro.
La CEM sostiene que la cifra negra es superior a las denuncias presentadas, denuncias que en ocasiones son públicas, pues varias de ellas se han hecho en medios y redes sociales por parte de algunos obispos, donde advierten sobre las modalidades que realizan los delincuentes, particularmente, cuando se trata de acopio de dinero.
La información publicada por este diario da cuenta que ni las fiscalías estatales ni la Fiscalía General de la República (FGR), han dado repuestas claras a este fenómeno y, por el contrario, las investigaciones de asesinatos de párrocos, extorsiones, ataques y robos contra templos católicos, son irregulares y con grandes vacíos.
Me sorprende leer que ante el temor los sacerdotes mexicanos han optado por retirarse las sotanas y cualquier ornamento, para así pasar desapercibidos cuando viajan entre sus comunidades o asisten a una reunión en sus Diócesis.
“Portar la indumentaria eclesiástica en estos momentos de la actualidad puede resultar contraproducente, pues puede haber agresiones verbales hasta físicas”, dijo un obispo de Guerrero a este diario.
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Es lamentable que ante la inconformidad de los grupos criminales los párrocos sean blancos de agresiones por hacer uso de la libertad religiosa y de expresión a través de sus homilías.
Las denuncias de la CEM hacen notar que el famoso cobro de derecho de piso por parte de la delincuencia y el crimen organizado, cada día se expande más y en todos los sectores, provocando así terror en nuestro país.
La situación de los ministros de culto son el claro ejemplo de que el Estado de derecho en nuestro país está en riesgo, y con ellos, nuestras libertades y derechos.
Como bien dijo el padre Javier “El Pato” Ávila, “los abrazos ya no nos alcanzan para cubrir los balazos”, es urgente y necesaria una verdadera estrategia de seguridad, pero también, una estrategia de reconciliación, paz y esperanza.