Mucho se escucha decir en estos tiempos que “todo está en internet”. Pero, sobre todo, tratándose de información, lectura y cultura, no hay nada más lejano a la verdad. Sí, a partir de la llegada de las Tecnologías de Información y Comunicación, la vida del planeta se revolucionó en la forma de comunicarnos y en la explosión de información que surgió como efecto multiplicador.
Sin embargo, esto se ha convertido en un arma de dos filos puesto que, en efecto polarizador, si antes carecíamos de información, hoy por hoy nos enfrentamos a una sobresaturación de la misma, que para nada quiere decir que otra información que sí es muy valiosa esté disponible en internet. Todos los extremos siempre se convierten en problemas, así que ahora tenemos que saber filtrar y escoger de qué información nos vamos a alimentar. Parece no muy importante, pero sí lo es.
Es exactamente igual a la comida que ingerimos: de su calidad dependerá también nuestra salud. En materia de la información, debemos ser extremadamente cuidadosos en aprender a filtrar y discernir la información que se convierte en el alimento de nuestro intelecto. No es de extrañar que como sociedad tengamos brotes de enfermedades mentales como ataques de ansiedad, pánico o, cada vez a edades más tempranas, depresión.
Aunque todas estas tienen múltiples orígenes, uno de ellos es la sobrecarga informativa de datos que realmente no necesitamos, no nos hacen bien, nos desorientan, y generan demasiada actividad mental, provocando desbalance, nerviosismo, y otros estados emocionales poco agradables, contribuyendo también a la mala toma de decisiones.
Toda la información que introducimos a nuestro sistema, tiene que ser procesada por el cuerpo hasta su desecho, lo que implica grandes cantidades de energía y ocupación de buena parte de nuestra memoria. Las TIC nos pusieron en la mesa la información, en contraste a que antes teníamos que salir a buscarla, así que, a la par, es necesario que tengamos herramientas para adaptarnos a esta condición.
Sin duda, es importante desarrollar un olfato por aquello que es realmente importante, lo que vale la pena saber y lo que no, con base en los asuntos de interés y relevancia para nuestro momento. Un buen filtro para determinar si esa información fue productiva y positiva para nosotros después de leerla o escucharla, es hacernos las preguntas ¿qué me dejó? ¿Qué cambió en mí? También hay que hacer una selección de fuentes informativas por su respaldo, ética y confiablidad.
Otra de las habilidades que estamos en necesidad de retomar y ejercitar, es el tan preciado hábito de la lectura. No debemos olvidar que las fuentes primarias de información, ya sea impresas o electrónicas, existen en forma de libros, revistas, boletines y más, y están respaldadas por autores, casas de publicación, procesos de investigación, redacción, curación editorial, y están basados en referencias y otras características que los hacen piezas de información depurada, que aporta al conocimiento, y que, con esto, nos dejará algo bueno.
Es muy importante que moderemos el uso de los dispositivos móviles para no sobrecargarnos de información inútil y muy destructiva. Es necesario estar informados de nuestro diario acontecer, pero, al igual que debemos moderar la comida, la bebida y otras cosas, debemos aprender a hacerlo con la información. Seamos sabios a la hora de elegir, y no nos olvidemos nunca de hacer un espacio para leer obras que ejercitarán nuestro intelecto para enfrentar la enorme marejada de información que hoy en día vive el mundo.