El mundo se está acomodando de manera diferente, puede que no lo veamos, pero una transformación está en curso y ya no responde a las reglas que en algún momento teníamos para entender nuestro entorno.
El pasado inmediato, estos dos o tres últimos años, se aleja porque vamos hacia delante a una velocidad que no habíamos registrado en la historia reciente.
Adaptarnos, entonces, ya no es la única opción y, tal vez, reinventarnos tampoco, por lo que podríamos hacer algo mejor: apuntar nuestras expectativas hacia todo aquello que deseamos alcanzar para progresar.
Es decir, mirar al frente, no para olvidar lo que nos ha sucedido, pero sí para enfocarnos en lo que podemos construir.
En el pasado, los cambios de época eran traumáticos (éste ha sido complicado también) y se basaban en la destrucción para construir algo nuevo. Por mucho que la discusión virtual lo diga, eso no ha sido así.
México continúa siendo una nación con identidad propia, unida por necesidades comunes y con la oportunidad de tomar una posición de mayor valor en lo social y en lo económico.
Depende de la forma en que estemos dispuestos a encarar una dinámica en la que el tejido social debe restablecerse y todos caminemos en una misma dirección: la del bienestar común.
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Vienen momentos en los que es importante diferenciar entre el ruido de la grilla y de los intereses que no son de la mayoría, y lo que sí nos funciona para lograr vivir en paz y con tranquilidad.
Ver hacia dónde está ese objetivo y concentrarnos en perseguirlo no dará sentido, propósito y pertenencia. Somos una sola sociedad, cabemos todos, y hay que insistir en ello cada vez que sea necesario.
Quien piense que sus diferencias son insalvables o que el rompimiento es definitivo porque un posteo en redes sociales así lo asegura, tristemente lo están manipulando.
Miremos al frente, con optimismo y con mesura, para preparar lo que viene; una de nuestras quejas es precisamente que se nos coloca en una posición de víctimas, cuando es nuestra elección serlo.
Romper con lo que nos afecta implica aceptar errores e iniciar las mejoras, conscientes de que siempre hay una oportunidad de hacerlo todo diferente.
El peor miedo, es al cambio. Ese nos llegó sin pedirlo, ahora debemos ser flexibles y, con innovación e imaginación, crecer, resolver y encontrar soluciones definitivas.