Opinión

¿A qué juegan tus ojos?

¿A qué juegan tus ojos?
FOTO: GRACIELA LÓPEZ/CUARTOSCURO.COM

Para leer con: “Television Man”, de Talking Heads

Nos falta sentido común.

No es necesario ver noticiarios ni las patadas que en ellos se narran para atestiguar que la realidad nos ha quedado corta.

Tal vez por eso el mundo ha cedido a los videojuegos el caminar con soltura sobre una alfombra roja, subir los escalones de la perspectiva, voltear a ver de reojo al eufórico público y sentarse con diligencia en un nuevo y protagónico trono de lo que entendemos como realidad.

Olvidemos el ingreso de la industria: la puerta que representa como escape de la vida diaria a profesionistas como a adolescentes, habla de una solución, tanto como de una cuenta pendiente que tenemos como sociedad.

Sagas de matones del futuro, carreras de vehículos intervenidos y artesanalmente personalizados, torneos deportivos en los que uno tomará el lugar de Mbappé, francotiradores que ceden su lugar al jugador para que pruebe destreza con el control inalámbrico: la ubicuidad del más alto tope adrenalínico queda a disposición de unas grasientas manos, solo para pasar el rato o acostumbrarse a procrastinar. ¿Cuál será el nuevo límite virtual o real? ¿Hará diferencia?

La realidad de espaldas

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En caso de no haberlo notado, hay una multiplicidad de recursos en un día cualquiera para dar cuenta de que la realidad no existe como se ve y podría parecerse más a un videojuego.

Se vale hurgar en la naturaleza de lo que se cree como “real” y cuestionar si lo que se puede palpar, sentir, oler o ver no se reduce a un hipercomplejo conglomerado de impulsos eléctricos y químicos meramente interpretados por el cerebro (o los microcircuitos). Entonces vendrá un chispazo que evidenciará que la mente lo hace real.

El éxito de los videojuegos es que democratizan una realidad accesoria e imposible a la gente. Nadie jugaría un título en el que va a la mañanera a escuchar dogmas calculados, por ejemplo. Pero basta la existencia de videojuegos para entender que la realidad nos quedó chica y que estamos en busca de algo más. De manera reiterada.

No eres tú, soy yo (quien se dio cuenta)

Pero, ¿qué vamos a hacer frente al desvanecimiento del placer de observar con detalle el mero hecho de observar? ¿Cómo responderías ante a la petición de no reaccionar ante lo observado y solo habitar el momento?

¿Concibes la aniquilación del prejuicio o la falta de designación conceptual que supone estar adherida al ver? ¿Logras llevar a cabo el ejercicio básico (pero enorme reto, al fin) de “en el ver, sólo el ver”?

Hoy son raros los hacedores de su día. El resto puede que no entienda lo que está pasando o ya haya pasado lo que estaba entendiendo.

Para eso fuimos configurados con un par de ojos: para cobrar tridimensionalidad del contexto y con él cumplir con la mínima parte de habitar el espacio que se ve, que se vuelve inmenso cuando no hay garantía ni expectativa de que exista “mañana”. Se trata de observar en lugar de tan solo ver y abrir paso al hacer.

El simple ejercicio de comprender el “para qué” de este ver, justifica la pregunta. Y con ello se provoca la propia investigación de ganar el espacio ocupado en detalles que para otros parecieran lujos u ociosidades.

Somos aquello que vemos, aún sin darnos cuenta.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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