La reforma electoral que ha sido propuesta por el Ejecutivo federal, con la cual se pone en riesgo al árbitro electoral, es desafortunada para el Estado mexicano, ya que transgrede los principios democráticos.
Por ello, cientos de miles de personas en más de cincuenta ciudades del país, salimos a las calles a exigirle al presidente López Obrador que en lugar de promover su reforma electoral, mejor dé resultados. La consigna fue clara: el INE no se toca.
Con la convocatoria que tuvo la marcha en defensa del INE quedó de manifiesto que los mexicanos no apoyan un retroceso para nuestras instituciones. Quienes acudimos, lo hicimos sin colores partidistas, con el objetivo de que se respeten nuestros derechos y libertades dentro de esta sociedad democrática.
Por ello, es inentendible que el presidente López Obrador llame a una marcha en su favor. Evidencia su molestia en contra de los ciudadanos que difieren con su gobierno. Cuestionar al gobierno en turno, alzar la voz, tomar las calles, exigir resultados es necesario en un Estado democrático, por lo que tratar de silenciar las miles de voces, sólo demuestra el rostro más autoritario del primer mandatario.
En medio de una crisis de inseguridad, en la que no paran las masacres, los desaparecidos, los asesinatos, lo que urge es atender el problema, darle resultados al pueblo de México, no confrontarlo con una marcha que sólo sirve para el ego del titular del Ejecutivo federal.
Desde Palacio Nacional todas las mañanas se emite un discurso ofensivo que divide, confronta, agrede y estigmatiza a los opositores al régimen. Lo que nuestro país necesita es un trabajo conjunto con todos los sectores de la sociedad y así, atender las necesidades y exigencias legítimas.
Nuevamente López Obrador demuestra que sólo es el candidato eterno que sale a las calles a marchar, que traiciona su investidura porque no resuelve los problemas y no le importa que el país se esté cayendo a pedazos.