Con el pretexto de su cuarto informe de gobierno y para “festejar” la transformación de México, ayer se llevó a cabo el acarreo convocado por López Obrador después de la marcha por la democracia a favor del Instituto Nacional Electoral (INE) que como todos fuimos testigos fue un parteaguas en este sexenio que le provocó un fuerte dolor de cabeza al inquilino de Palacio.
Ayer, López Obrador obligó a la población a festejar, que “a pesar de los pesares se ha ido avanzando en nuestro país”. ¿En qué mundo vive este señor? ¿En qué país?
La militarización de México, más de 11 feminicidios diarios, más de 100 mil personas desaparecidas y contando, niños con cáncer muriendo todos los días porque no tienen medicamentos, un aeropuerto fantasma, una refinería desastrosa y cara, la inseguridad a niveles como nunca antes se habían vivido.
La inflación alcanzando máximos históricos, -durante la primer quincena de noviembre en 8.14% -, gracias a las pésimas decisiones de este gobierno en materia de política económica, la pobreza extrema en aumento, la corrupción descontrolada, todas las mujeres violentadas que están desprotegidas por el Estado y un largo etcétera son prueba de lo nocivo e inútil que este gobierno ha resultado para nuestro país.
¿Cuáles avances? Al contrario, puro retroceso en todos los sectores. Terrible.
La realidad es que el acarreo de ayer fue un ataque frontal en contra de la libertad de expresión y la libre manifestación de las ideas. Fue una respuesta desesperada a la marcha del pasado 13 de noviembre, día en que más de un millón de mexicanos alzamos la voz de manera libre y pacífica para defender nuestra democracia y con ella nuestras libertades.
Lo que vimos durante el acarreo del presidente, desde su organización hasta su ejecución fue una movilización de recursos de Estado por parte de líderes de morena, todos haciendo uso de sus posiciones como en los viejos tiempos, para lograr el capricho del mandatario.
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No olvidemos que el acarreo es una práctica propia de los sistemas políticos autoritarios a través de la cual los partidos oficialistas se valen de sus clientelas para lograr sus objetivos. Una muestra más del autoritarismo del inquilino.
Es una realidad que el gobierno se aprovecha de los ciudadanos que más lo necesitan pues otra vez se presionó a los beneficiarios de los programas sociales para que respaldaran a López Obrador.
El presidente cree que llenando el Zócalo de acarreados está en posibilidad de demostrar que “él puede más”, resulta preocupante la actitud infantil de quien tiene la responsabilidad de dirigir al país y la obligación de procurar el bienestar de la gente.
Sus rencores son infinitos así como su deseo de polarizar a la ciudadanía, tácticas de cualquier gobierno populista que busca obtener la simpatía de la población aunque tenga que tomar decisiones contrarias a la ley y a la Constitución.
Al final, las cifras de asistentes al Zócalo ayer no importan porque existen diferencias abismales entre una manifestación auténtica y libre y el acarreo, la coacción, la presión y el miedo.
Seguiremos defendiendo nuestra democracia y luchando por nuestros derechos y por nuestra libertad. Seguiremos luchando por la justicia, el INE no se toca. Al tiempo…