¿Acostumbras dejar la puerta de tu casa abierta cuando sales? ¿Entregarías las llaves a un desconocido?
El mismo nivel de seguridad utilizado en el hogar debe ser empleado en los dispositivos digitales, ahora que la tendencia pasa por conectar todos los aparatos posibles a internet y hacer un hogar inteligente.
Hace 34 años, un gusano, en apariencia creado sin fines maliciosos, causó uno de los mayores estragos cibernéticos: infectó el 10% de los equipos conectados a internet y puso en el centro de atención y debate, por primera la vez, la seguridad cibernética.
Entonces lo llamaron “el gusano de Morris” —por su creador Robert Tappan Morris, quien fue condenado a tres años de libertad condicional por fraude informático— y dio paso a que la Association for Computing Machinery estableciera el 30 de noviembre como el Día Internacional de la Seguridad de la Información.
El objetivo es recordar a todas las personas la necesidad de proteger sus datos de cualquier acción ilegítima que puede ocurrir en el plano digital. La red dejó de ser vista como un pequeño pueblo en el que se podía dejar la puerta abierta a sus vecinos.
Hoy, la seguridad informática es entendida como las medidas para impedir operaciones no autorizadas que dañen la información, equipo o software. Regularmente para las y los usuarios la preocupación está en la primera.
Evitar el daño o robo de datos es fundamental, como lo es también frenar la probabilidad de otro tipo de delitos que han reproducido en lo virtual prácticas del mundo presencial.
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Este año, en la Línea de Seguridad o Chat de Confianza, 55 5533 5533, el Consejo Ciudadano de la Ciudad de México ha brindado atención jurídica o emocional a cerca de 14 mil personas por ciberdelitos, 58% de ellas mujeres y la mitad de entre 26 y 40 años.
Las víctimas reportan casos de “montadeudas”, sextorsión, fraudes en la compra-venta por internet, robo de identidad, phishing y ciberacoso, entre otros.
La seguridad informática, coinciden los expertos, cubre cuatro áreas principales: la confidencialidad, que implica que solo usuarios autorizados puedan acceder a los datos; integridad, que es la autorización para modificar la información; disponibilidad, que se refiere al acceso cuando sea necesario, y autenticación o la certeza de saber con quién se establece comunicación.
En ese proceso es básica una gestión adecuada de las contraseñas, no solo que sean difíciles, sino que no tengan relación, al menos obvia contigo —como el nombre de tu perro o tu fecha de nacimiento, y tener al menos cinco diferentes.
El teléfono móvil es también un ordenador y requiere seguridad similar a la de una PC: un antivirus y cuidar los sitios a los que se ingresa.
Cerrar la puerta a los extraños ya es un elemento de la vida cotidiana, también en el espacio virtual.