Hace casi cuatro años el presidente portó la banda presidencial por primera ocasión con la alta expectativa de un cambio en la manera tradicional de gobernar en nuestro país. Hoy, la realidad está muy lejos de ser la prometida en campaña.
Seguridad, salud y corrupción. Son tres de muchos males que le duelen a nuestro país y que sistemáticamente han afectado a la vida de la ciudadanía mexicana. Nuestro presidente se presentó oficialmente en Palacio Nacional con la supuesta intención de erradicar al menos estos tres urgentísimos problemas desde las facultades que le otorga ser el titular del Ejecutivo Federal.
Desde el día 1 se trabajó y se apoyó a la estrategia de seguridad sugerida, se habló de tener un sistema de salud similar al escandinavo y de “limpiar la casa” de corrupción y todas las malas prácticas del pasado.
En materia de seguridad, es cierto que se trata de un problema transexenal y difícil de combatir. Sin embargo, se le han dado todas las facilidades legislativas e institucionales al ejecutivo federal para combatir este problema.
Cuatro años después, esta estrategia está totalmente rebasada y nos ha presentado al sexenio más violento de la historia moderna de México, por lo que necesitaríamos que algo extraordinario pase para que en estos dos últimos años se pueda revertir esta situación.
En el sector salud, han sido cuatro años en donde se ha extrañado al Seguro Popular, un sistema perfectible pero funcional que habían heredado las administraciones anteriores, pero fue desaparecido por capricho para ser reemplazado por el moribundo INSABI.
Es verdad que la pandemia fue una crisis global para la que ningún país estaba preparado, pero el exceso de mortandad ocasionado por la misma y la escasez de medicamentos para los niños con cáncer son inaceptables y manchan cualquier buen resultado en la materia.
PUBLICIDAD
La corrupción es quizás el problema más grave y crónico que vivimos los mexicanos. Es sabido que esta mala práctica daña sistemáticamente al patrimonio de los mexicanos y desemboca en un subdesarrollo nacional, no solo patrimonial sino institucional.
Después de cuatro años, no existe ningún sentenciado por corrupción en nuestro país, los casos aislados se encuentran ya sea en proceso o indiciados en el extranjero. Aunado a esta impunidad, la percepción de corrupción en el actual sexenio es similar a la de sexenios anteriores. Lejos estamos de poder asegurar que la corrupción se ha terminado en nuestro país.
A cuatro años de gobierno del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, podemos decir que será un sexenio recordado por las crisis en el sector salud y en materia de seguridad, así como por las interminables polémicas constitucionales e institucionales que se han desatado desde las ocurrencias gestadas en Palacio Nacional.
Pero si algo podemos empezar a afirmar es que no será un sexenio que sería recordado por un progreso económico y social o que haya terminado con las malas prácticas de las que nuestro país sufre crónicamente.