¿Cuáles son las pretensiones del presidente y de su partido de establecer una reforma electoral? Difíciles de determinar cuando sabemos que él mismo ganó y que sus mayores triunfos de su partido han ocurrido bajo el arbitraje y conducción de los procesos electorales del INE.
Actualmente, el partido del presidente gobierna en 20 estados, de 32; además tiene 203, de 500 diputados federales; 60 senadores de 126 posibles, controlan 19 Congresos locales y una gran cantidad de alcaldías a lo largo y ancho de todo el país. Esto sin contar el apoyo de sus aliados electorales que siempre votan como si fueran del dominante partido Morena.
Entonces, los motivos del presidente están impulsados solo por un resentimiento derivado de una o unas derrotas electorales, las cuales nunca ha reconocido o será que quiere dejar una extensión de sí mismo, un “delfín” o “delfina”, que le pueda tapar todos sus yerros o para mantener sus esqueletos en el closet.
La supuesta reforma electoral iba ser presentada y votada el miércoles pasado, pero la bancada y el coordinador de Morena optaron por posponer la iniciativa enviada por el presidente, seguramente porque sabían que no pasaría, mientras –hábilmente- pretenden dar tiempo para que el secretario de Gobernación realice el trabajo sucio de cabildeo entre los legisladores de los partidos de oposición, cuando en realidad, con esa reforma, ni sus partidos aliados votarían a favor porque se ven afectados por algunos puntos de la iniciativa.
Entre los puntos de la reforma, y destacados por la oposición como imposibles de aceptar, está el que pretende hacer del INE un órgano de la secretaría de Gobernación y dentro del mismo tener el dominio absoluto del padrón electoral, con los riesgos que eso implica.
También, con los cambios, pretende mantener una mayoría artificial en el Congreso de la Unión y, por lo tanto, dominar, lo que obviamente ni a sus partidos aliados les convine.
La reforma debe tener un consenso, debe fortalecer a la ciudadanía para acrecentar su participación y confianza, y no ser una extensión del gobierno en turno y que se presenten mañoseos, como antes. Durante muños años así sucedía.
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Sin embargo, hay cosas interesantes dentro de las propuestas de reforma, las cuales se pierden dentro de las iniciativas perniciosas que implicarían un retroceso en materia electoral. Iniciativas como una segunda vuelta electoral, disminución del financiamiento a los partidos, incrementar la rendición de cuentas, cambiar la manera de la comunicación de la política.
Bajar el número de spots de radio y televisión, una mayor cantidad de debates entre los aspirantes a determinados puestos, incrementar la seguridad para rechazar dinero sucio en los procesos electorales e impedir la infiltración del crimen organizado y que recursos públicos de gobiernos accedan en favor del partido gobernante, para promoción de sus candidatos.
Empero, todo ello se pierde con la obsesión del inquilino de Palacio Nacional en atacar y demeritar al INE y a sus consejeros.
Otra de las propuestas retrógradas de esta reforma está la de elegir a los consejeros electorales en un proceso abierto a la ciudadanía, con los riesgos que eso implica; la definición de magistrados del Tribunal Electoral correría con la misma suerte.
La reforma presidencial también pretende quitar todos los diputados y senadores plurinominales, es decir, reducir 200 diputados y 32 senadores. Reducir el financiamiento público para los partidos políticos y comprimir la autonomía del INE.
La reducción de los plurinominales resulta paradójico, toda vez que la reforma pretende eliminar a todos los diputados y senadores que no son votados, pero al mismo tiempo busca que la elección de los legisladores de mayoría, es decir, aquellos que son elegidos en las urnas, sean seleccionados en una lista de los partidos políticos. Lo que significa que todos, absolutamente todos, serían plurinominales.
Como es prácticamente imposible que logren modificar la constitución, ya que no les alcanzan los votos, el partido del presidente va a tratar de hacer o modificar leyes secundarias. Desde la oposición estamos preparados para cualquier golpe que puedan intentar asestar.
Actualmente, el INE es un organismo confiable -perfectible pero confiable-, mucho más que los partidos políticos. Su consolidación como organismo autónomo ha costado años de esfuerzo y consensos, tanto de fuerzas políticas como sociales, cuestión muy diferente al grupo político que quiere desaparecerlo. Morena, lo único que busca es lo mismo que critica: expandirse desde el poder.