Edna L. Bujanos Wolf.
Hace muchos años, murió el cachorro de una pareja de amigos. Estaban muy consternados de cómo le iban a dar la noticia a su pequeña hija. Cuando les preguntamos mi esposo y yo, que decidieron por decirle, nos contestaron que buscaron otro cachorro, muy parecido, de la misma camada donde habían adquirido al que perdieron y cuando regresó del kínder la niña vio a su mascota y no se dio cuenta del cambio.
¿De dónde hemos aprendido que hay que evitar el dolor? ¿De dónde surgió esa reacción?. Pareciera que no nos damos cuenta en que estamos más familiarizados de lo que creemos ante los procesos de pérdida, estas son continuas Por nombrar algunas, el propio nacimiento, la ruptura con el amigo, un divorcio, un fracaso profesional, una enfermedad, un robo o desastre natural.
Ahora imagina que eres un niño o niña y te caes de la bicicleta, te pido que observes las diferentes reacciones de los adultos que te cuidan:
· Apenas comienzas a llorar, alguno de tus papás ya te cargaron, te dicen que no llores y antes de que sientas dolor ya tienes un dulce en la boca.
· Te dicen desde lejos que no pasa nada, que no seas llorón o chillona. Tú sientes mucho dolor, pero te lo tragas y te da pena de lo que sientes.
· Te ignoran, hacen como si no pasara nada. Tú te desconciertas, te levantas. No sabes si llorar o no. Te sientes solo. Culpas a quien este más cerca, como manera de desahogarte.
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· Se acercan y se cercioran que no te lastimaste seriamente, comienzas a llorar y te dicen que te has raspado. Te dejan llorar y se muestran empáticos preguntándote si necesitas ayuda o si tú te puedes levantar.
Si te identificaste con la última opción, te puedes alegrar.
Sin embargo, si fuiste alguien cuyos padres o adultos que te acompañaron solían actuar como los demás apartados, seguramente te identificarás con las siguientes situaciones:
1. Cuando sientes dolor, no sabes nombrar tus emociones y esperas que alguien venga a rescatarte.
2. Cuando vives una pérdida te enojas y responsabilizas de alguna manera a quien esté cerca de ti.
3. Te sientes la víctima de la situación, te deprimes.
4. No demuestras debilidad, no te gusta mostrarte vulnerable, te comes tu dolor y no pides ayuda.
5. Distraes tu dolor comiendo, bebiendo o llenándote de actividades.
Son maneras de protegerte, las aprendiste de los adultos que te rodeaban cuando eras pequeño. Y las has interiorizado tanto que crees que es la única forma de enfrentar una situación dolorosa. Solo recuerda que es el modelo de gestión del dolor de ellos. Tú tienes la libertad de cambiar la narrativa y resignificar la experiencia, de elegir qué actitud asumir ante estos acontecimientos.
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