Opinión

Un tema del que hay que hablar...

Ilustrativa.

La marca de ropa Balenciaga hace una campaña publicitaria en favor de la pedofilia y tuvo que cerrar sus redes sociales. Sin embargo, ahora, quienes no conocíamos la marca, la tenemos bajo el radar y seguramente venderá más que nunca.

El hecho nos obliga a reflexionar sobre este complejo fenómeno y como hoy, su uso para fines mercadológicos, usando los sentimientos de repudio, se anexa.

La pedofilia es una forma de parafilia. Como en muchos casos causa daño a terceros, se considera un trastorno psicosocial, pero no está incluido en el Eje 1 del DSM-V.

Se caracteriza por la presencia de fantasías, impulsos o comportamientos sexualmente excitantes recurrentes e intensos relacionados con niños menores.

Un pedófilo siente atracción, pero no siempre termina en una acción concreta o consumación de dichos deseos.

Un pederasta que no es lo mismo, siente la misma atracción que el pedófilo, pero en este caso, desemboca en un abuso sexual. Por lo que marca una diferencia.

Mientras que la pedofilia se define como una parafilia, un tipo de trastorno sexual, la pederastia es, además de la propia parafilia, una práctica delictiva que provoca graves repercusiones en el desarrollo psicológico, social y sexual de la víctima.

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Por norma general, todos los pederastas son pedófilos, pero no todos los pedófilos tienen por qué ser pederastas.

Para llamarlo trastorno, debe ser mayor de 16 años y, al menos 5 años mayor, que el niño que es objeto de las fantasías o actividades sexuales. Sin embargo, dice la ley que la implicación sexual entre un adolescente de 17 y un niño de 12 o 13 no es considerado un trastorno, ¿por?

Y para volverlo más confuso, los criterios de edad que se utilizan para identificar cuándo tal actividad se considera un delito, pueden ser variables.

Según la evidencia científica, la mayoría de las personas con pedofilia, la pasa mal, no actúa por razones morales y no suelen buscar tratamiento, porque son conscientes de que no parece notarse la diferencia entre: sentirse involuntariamente atraído sexualmente por niños pequeños, y/o molestar o agredir sexualmente a niños.

No buscar la ayuda de un especialista, es lo que puede conducir a que un pedófilo pase de la simple atracción, a la agresión sexual de niños.

Distintos estudios de neuroimagen han hallado alteraciones neurales en este trastorno, ante estímulos sexuales.

Mientras las leyes ambiguas, laxas y permisivas se debaten entre las edades, omiten el uso para fines publicitarios, es un hecho que quien ha sido sometido a algo así, queda roto por dentro, buscando mecanismos defensivos para sobrevivir, y el dolor estará presente durante gran parte de su vida.

El trabajo terapéutico es indispensable para encontrar cómo suturar una herida que es difícil de cerrar.

El agresor usualmente fue una víctima. ¿Cómo romper con el ciclo? Visibilizarlo, discutirlo y conocer el daño que genera, fortalecer los lazos con la familia y aprender de qué se trata. Discutir con hechos el daño y engrosar las leyes, mientras se encuentran mecanismos que sirvan para educar y prevenir. Un buen tratamiento clínico/terapéutico suele ser efectivo.

C7

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