El ya expresidente Pedro Castillo atentó contra el orden constitucional el pasado miércoles al pretender disolver el Congreso de su país y declarar un estado de excepción en donde podría intervenir directamente en la vida pública del país a través de decretos emitidos por él mismo.
Poco duró el plan del entonces presidente porque pocas horas después se encontraba ya detenido por la Policía Nacional peruana y ahora enfrentará un proceso por distintos delitos en contra de la República del Perú.
A las pocas horas de estos nefastos sucesos que han sido tipificados como rebelión y conspiración, se citó a la vicepresidenta Dina Boluarte para asumir el cargo de presidenta de la República.
Y a los pocos minutos, la comunidad internacional expresó su reconocimiento a la mandataria como titular del ejecutivo en aquel país. México no fue la excepción, pero nuestro presidente acusó a intereses opositores para justificar la decisión del expresidente Castillo.
Históricamente, nuestro país tiene una tradición apegada al principio de no intervención, que no es otra cosa más que una doctrina que obliga a las naciones a abstenerse a intervenir de cualquier manera en los asuntos internos de otra nación.
Nuestro presidente expresó irresponsablemente una opinión que no estuvo a la altura del contexto internacional y de la tradición mexicana de mantenerse al margen de los conflictos externos.
También, nuestro país tiene una tradición de otorgar asilo político a quien lo solicite. Trascendió primero como rumor y después confirmado por nuestro presidente, que el expresidente Castillo se dirigía hacia la embajada mexicana para solicitar esta protección.
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Sin embargo, este fue frustrado por la sociedad civil y por la policía nacional peruana. No se logró consumar este acto y nuestro país quedó ajeno a cualquier acto relacionado con este personaje.
México debe ser respetuoso con todos los pueblos y todas las naciones, pero en caso de tomar alguna decisión, más allá de filias y fobias, se debe atender a los principios constitucionales de estos.
Es lamentable que nuestro presidente use su investidura para dividir posturas ante una situación tan crítica como la que vivieron nuestros hermanos peruanos la semana pasada. Todas las opiniones pueden tener un espacio, pero siempre deben expresarse con total responsabilidad y empatía.