La guerra en Ucrania no disminuye de intensidad y las perspectivas no son positivas para la paz. La comunidad internacional no ha sabido promover acciones para aliviar el conflicto; de hecho, está sucediendo lo contrario.
La semana pasada se anunció que 12 países occidentales entregarán tanques de combate a Kiev, para enfrentar una posible nueva ofensiva de Rusia en las siguientes semanas o meses. Se dice que estos vehículos militares presentan varias ventajas sobre los de fabricación rusa, como poco tiempo para entrenarse en su uso, mejores capacidades defensivas y artillería más potente. Pasarán unos meses antes de que se puedan usar.
La mayoría de los países europeos que enviarán tanques a Ucrania necesitaban la autorización del país productor —en este caso, Alemania—, para reexportar los Leopard 2. Tras intensas negociaciones, el canciller alemán Olaf Scholz accedió a que sus aliados mandaran tanques y a despachar algunos suyos, a la par que Estados Unidos expresó que autorizaría el uso de sus vehículos militares Abrams en suelo ucraniano.
Para Alemania esta decisión no fue fácil, por razones históricas y por la conciencia en torno a las dos guerras mundiales pasadas, además de sus lazos económicos con Rusia. En otros países hubo menos discusión al respecto.
Desde que inició la invasión a Ucrania, Rusia señaló que la extensión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia el Este representaba una amenaza. Hoy expresa que los últimos envíos de armas de los países occidentales significan una lucha directa, una “guerra proxy” con tropas ucranianas equipadas por Occidente. Añadió que la decisión de proveer tanques es muy peligrosa y “lleva el conflicto a un nuevo nivel de confrontación”.
Por otra parte, hay analistas que afirman que los nuevos tanques no definirán el rumbo del conflicto y que, en cambio, la decisión de incrementar el apoyo a Kiev responde a la necesidad de cambiar la dinámica en el campo de batalla, ante la expectativa de un estancamiento prolongado de la guerra. También supone una señal de unidad de la Alianza Atlántica.
Hay quienes opinan que el uso del nuevo armamento podría, incluso, incidir en una decisión de Moscú de reiniciar el diálogo. Los países aliados argumentan que actúan conforme al derecho internacional, ya que el artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas permite la autodefensa individual y colectiva. Aseguran que el envío de equipo militar no representa una intervención directa. Lo que es indiscutible es que la ayuda de los aliados ha sostenido la resistencia ucraniana.
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Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, pide que lo antes posible se entreguen los tanques Leopard 2, y se envíen más vehículos de combate, aviones F-16, drones Grey Eagle, misiles de largo alcance y municiones en racimo.
Aunque la posibilidad de incluir este tipo de armamento se empieza a analizar en Occidente, todavía es poco probable que ocurra, pero no se puede obviar que durante la guerra los países aliados han enviado a Ucrania cada vez equipo más avanzado, aun cuando se consideraba fuera de los límites.
A pesar de las sanciones, el poder del presidente ruso Vladímir Putin no está disminuyendo ni parece que esté más cerca de negociar el fin de la guerra. En cambio, sí han aumentado las movilizaciones y el ataque a la infraestructura ucraniana.
Respecto a los apoyos internacionales, sigue abriéndose un mercado para el petróleo y el gas rusos, y las sanciones no paralizaron la economía, como se esperaba. Adicionalmente, las trincheras defensivas se extienden en el frente tanto en el este como en el sur de Ucrania, y la inteligencia de Gran Bretaña habla de la posibilidad de una nueva movilización pronto. En el sur global tampoco se han volcado en contra de Rusia.
Hacia el futuro, a casi un año de que inició el conflicto, el incremento de las acciones militares eleva la posibilidad de errores, accidentes o mayores riesgos. No es claro cómo contribuir a disminuir la escalada, pero más armas no son la vía.
Los países de América Latina, en general, se han mantenido al margen de apoyar militarmente a Ucrania, y promovido una salida pacífica. La idea es seguir buscando caminos para establecer negociaciones de paz, más importante aún entre los aliados de Ucrania.
Voces expertas señalan que, aunque Occidente apoye militarmente a Kiev, debe buscar reabrir el diálogo, con objetivos limitados, como un cese al fuego temporal. El problema es que hay otra vertiente de pensamiento que impulsa escalar todavía más el conflicto, con lo que se cierran los posibles espacios para una negociación futura.