Antes de iniciar, debo compartir que me gusta comer; es un dato importante, porque estoy a favor de disfrutar la comida y de apreciar la bendición que representan muchos platillos de nuestra cocina mexicana y de otros países.
Nada tampoco en contra de los antojos y los antojitos, los tacos y las tostadas, la barbacoa, las carnitas o el mole en todas sus presentaciones. Solo es momento de hablar de dos problemas graves como sociedad: una mala nutrición, poco balanceada, y un exceso en el consumo de calorías.
Desde el inicio del año, arrancamos una campaña nacional intensiva para reclutar a mujeres y hombres de 18 a 65 años, con secundaria terminada, para que puedan obtener una plaza de guardia en el Servicio de Protección Federal.
Es una plaza estable, digna, que el Gobierno de México y la Secretaría de Seguridad Pública ofrecen a toda la población que busque una oportunidad laboral.
Como en cualquier empleo, se hace un examen médico o se pide un certificado de salud en la primera etapa, además de medir peso, estatura e índice de masa corporal. Muchas y muchos candidatos no continúan después de estos filtros por diabetes e hipertensión no controladas (a veces desconocidas) y un peso y talla que está por arriba de nuestra convocatoria.
Aparte de impedir el acceso a un buen trabajo, nos preocupa el estado de cientos de personas que evaluamos a la semana. Tenemos malos hábitos de alimentación, que llevamos años practicando, y no hacemos ejercicio de manera regular, ni siquiera el más sencillo que podría ser caminar.
Son problemas que afligen a jóvenes y adultos por igual, por una ingesta de comida chatarra, porciones exageradas y un sedentarismo que ya no se puede esconder detrás de la pandemia.
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Nos urge balancear nuestra dieta y nuestras porciones. Aumentar el consumo de frutas y verduras (como dice el eslogan), dejar todo lo frito y comenzar a movernos más allá de unos cuantos pasos.
En este reclutamiento permanente lo vemos a diario, tristemente las opciones saludables escasean, mientras que botanas, refrescos, galletas y pan dulce están presentes en cada esquina.
El nombre del juego es el equilibrio, el mismo que nos ayuda en otros aspectos de la vida, para que disfrutemos de comer y usemos esos alimentos para tener energía y buena salud.
Reducir el consumo de azúcar es urgente y alejarnos de alimentos instantáneos o preparados, con alto contenido de sodio, debe ser un comportamiento ciudadano que tenemos que fomentar en casa y cualquier lugar.
Comer sano no es barato y eso es por un mercado de alimentos procesados que en México encontró a uno de sus mejores clientes. Millones han desplazado platillos tradicionales por días completos en los que la dieta está sustentada en grasas saturadas, dulce y agua carbonatada con azúcar al por mayor.
Mejorar la alimentación nacional es un tema ciudadano, de corresponsabilidad general, donde las autoridades hacen su parte y nosotros la nuestra.
Es una satisfacción ver a miles de cadetes que se gradúan después del Curso de Formación Inicial transformados física y emocionalmente gracias al acondicionamiento físico y a una dieta correcta. Muchas y muchos sin una historia de actividad física, pero que inician una etapa de mayor salud y menos riesgos a futuro.
Medir porciones, medirnos nosotros mismos al comer, no abusar de calorías y fritangas, son pasos que nos ayudan a todos. No éramos una sociedad de la comida rápida, nos hicimos una, pregunten a los abuelos. Estamos a tiempo de regresar y seguir viviendo una de nuestras grandes satisfacciones: una comida que es patrimonio histórico del mundo y es de nosotros.