Llegar a la llamada tercera edad no es fácil para ningún ser humano. Hombres y mujeres por igual tienen que enfrentarse a diversas problemáticas al momento de llegar a la vejez.
Y estas distintas complejidades van a venir aparejadas con cuestiones de índole emocional, psicológico, físico, económico y, por supuesto, sexual porque, a final de cuentas, instalarse en el envejecimiento significa adaptarse a una gran cantidad de cambios para los cuales probablemente no estamos bien preparados y la sexualidad no es la excepción.
Para nadie es un secreto que a través de las relaciones sexuales los individuos podemos tender profundos y sólidos puentes afectivos y de comunicación con nuestra pareja.
El contacto íntimo esencial, sin embargo cuando llegamos a cierta edad, cuando nuestro cuerpo entra en decadencia biológica y funcional es por demás lógico que las capacidades sexuales empezarán a menguar y éstas acabarán por definir y delimitar la forma en la que vamos a experimentar nuestra sexualidad en la recta final de nuestra vida.
En una primera instancia, hombres y mujeres tenemos que entender que es perfectamente normal que durante el envejecimiento se van a presentar diversos cambios cuyos efectos serán irreversibles y éstos incidirán directa y contundentemente nuestra capacidad de disfrutar del sexo.
Por un lado, en las señoras se puede presentar un acortamiento, estrechamiento y resequedad en la vagina (la lubricación tendrá un comportamiento a la baja), lo que traerá como consecuencia que la penetración les resulte incómoda y muy poco deseable.
Además, también hay que considerar un factor llamado menopausia que cuando se presente puede ser “combatida” con un eficiente tratamiento de remplazo hormonal, que permitirá un repunte en la líbido femenina.
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Por su parte, los varones también van a experimentar diversas complicaciones para poder mantener en un punto alto su deseo y éstas se pueden agravar si a la par hay padecimientos como la artritis, la hipertensión, la incontinencia y la diabetes. Todas éstas definitivamente son enemigas mortales de las erecciones y ponen en un grave riesgo la funcionalidad del pene.
Sin embargo, si nos sustraemos por un momento a la genitalidad que infiere a la sexualidad humana, también podemos abordar a ésta desde un estricto sentido comunicacional, ya que a la par que se presenta la vejez con todo y su deterioro general irreversible.
Es muy probable que si aplicamos el factor de la variabilidad personal podamos abrirle paso a un moderno concepto que se conoce como el “envejecimiento activo” y que consiste en la combinación de diversos conceptos y aprendizajes adquiridos a lo largo de nuestra vida para poder vivir la tercera edad de una manera muy similar a como vivimos nuestras etapas previas a ésta.
Y es que toda vejez es única e irrepetible, porque se trata de una cuestión totalmente subjetiva. Por lo tanto, desde el punto de vista de la salud mental tenemos que racionalizar atingente y asertivamente que lo importante de llegar a la vejez es no sentirnos viejos y mucho menos referirnos a nosotros mismos como “viejos”.
Nuestra actitud nos permitirá reeducarnos en varios aspectos socioculturales que aprendimos y entendimos de forma errónea. Por lo tanto, las canas, la calvicie, las arrugas, los senos caídos, los penes flácidos no tienen porque apoderarse de toda nuestra sexualidad.
Siempre van a ser más importantes la imaginación, la comunicación y esa complicidad que construimos a lo largo de nuestras vidas con nuestra pareja. Aceptemos positivamente nuestra realidad y a partir de ésta procuremos gozar de todo aquello que todavía podemos hacer en compañía de la persona que amamos.