Acabo de ver una obra maestra, creo que la mejor que he visto desde “Los Grandes Muertos” de Luisa Josefina Hernández. “Inteligencia Actoral” es redonda, completa de principio a fin.
El dramaturgo y director es Flavio González Mello que nos lleva a un futuro casi cercano y nos presenta a un director de teatro, de la vieja guardia, el cual se verá obligado a sustituir al actor que abandonó su montaje de Hamlet, tan solo diez días antes del estreno -¿dónde hemos oído esto?- para ello utilizará un robot idéntico al histrión.
Intentará integrarlo a marchas forzadas y, sin decírselo a nadie, perseguirá el objetivo secreto de desarrollar un peculiar experimento: una prueba de Turing llevada al escenario, con la cual averiguará si el público es capaz de reconocer que hay un robot en escena, o si, por el contrario, el androide podrá mimetizarse con el elenco y pasar desapercibido. Flavio escogió a Carlos Aragón a que personificara al director y a Roberto Beck para ser el actor que lo suplirá el dichoso robot.
Qué duelo de talentos de estos dos. Me quedé asombrado porque Beck hace tres personajes implacables: al actor, al robot y al personaje de Hamlet. Definiendo con una sutileza muy marcada a cada uno de ellos, me quito el sombrero ante él, ya que en ellos dos recae el peso de esta obra y apoyados por Dobrina Cristeva, Diana Sedano, Fernando Rebeil, Verónica de Alba y Elena del Río hacen de esta puesta en escena única; es larga, dura dos horas y media.
Pero en verdad vale mucho la pena. Se presenta de jueves a domingo cómo debe de ser en el teatro Helénico. No sé ustedes, pero yo no perdería esta joya del teatro mexicano.