Anteriormente comentaba con ustedes, amables lectores, que México no podía continuar utilizando combustibles fósiles como gasolina y diésel para autos particulares y transporte público y de carga y debería sumarse a la movilidad eléctrica, como lo están haciendo las naciones europeas para eliminar lo más rápido posible la emisión de gases de efecto invernadero, compromiso establecido en el Acuerdo de París para atacar el cambio climático.
Pues bien, es de reconocerse que recientemente el secretario de Relaciones Exteriores Marcelo Ebrard haya anunciado que México se está preparando para construir varios centros de fabricación de vehículos eléctricos en todo el país, aparte de la instalación de la Gigaplanta Tesla en el estado de Nuevo León, considerada la más grande del mundo.
El funcionario reconoció que con ese fin ya está en pláticas con algunas de las principales automotrices del mundo como BMW, Audi, General Motors, Fiat y Chrysler para detallar con sus directivos la instalación de sus empresas y “darles todas las facilidades que podamos”.
Explicó que la industria automotriz en México, en relación con Estados Unidos tiene muchísimos más incentivos, por su geografía, infraestructura y carga fiscal.
También, por su parte, la titular de la Secretaría de Economía Raquel Buenrostro, se reunió con la empresa Daimler Truck México, la cual manifestó su compromiso de iniciar el proceso de convertir sus unidades de transporte de carga de combustión interna a electromovilidad.
Como vemos, amables lectores, son anuncios los de los funcionarios mexicanos que dan un viraje total a la renuencia con la que se venía manejando la administración actual para dejar de utilizar combustibles fósiles que tanto daño han causado a las condiciones ambientales sobre todo de la Zona Metropolitana del Valle de México.
La conversión a la movilidad eléctrica colocará a México como una región preferente para la industria automotriz mundial, como lo fue hace 15 años cuando nuestro país se especializaba en la fabricación de autos pequeños y eficientes, como el vochito en el estado de Puebla, que dejó una extraordinaria derrama económica para la entidad y beneficios para la población.
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Tan sólo BMW Group invertirá 800 millones de euros para su planta en San Luis Potosí, de los cuales 500 millones se destinarán a la construcción de un nuevo centro de producción de baterías de alto voltaje y 300 millones serán para modificar la planta y convertirla en totalmente eléctrica para 2024. Se calcula que la generación de empleos por esta empresa será de alrededor de 500 en un principio.
Sin embargo, amables lectores, también debo apuntar que no todo es miel sobre hojuelas en esta apertura de México a la fabricación de autos eléctricos. Ha trascendido que desde varios meses atrás, visitó el estado de Nuevo León el fundador y director ejecutivo de Tesla, Elon Musk con la finalidad de cerrar requisitos con el gobierno de esa entidad e instalar entre los municipios de Santa Catarina y García una Gigaplanta Tesla, como finalmente se dio.
Se sabe que en lo referente a vialidad, mano de obra y agua estará solventado por el Estado sin ninguna dificultad. Pero en lo que respecta al suministro de electricidad, que es básico para el funcionamiento de las instalaciones, surgió el gran problema de que las políticas eléctricas del Gobierno federal dificultan la contratación de proveedores distintos a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) para proveer de energía eléctrica a la planta y la paraestatal no tiene la capacidad suficiente de hacerlo.
Esto podría frenar, en algún momento, el inicio de actividades de la Gigaplanta Tesla en Nuevo León.
Ojalá que el anuncio del Secretario de Relaciones Exteriores Marcelo Ebrard de recibir a otras empresas automotrices internacionales para la fabricación de vehículos eléctricos también esté acompañado de acciones que contemplen solucionar el suministro de electricidad para las mismas.
Por lo pronto qué buena noticia de la apertura de México a la electromovilidad.
Hasta a próxima.