Lamentablemente no. Hemos vivido un espejismo en las últimas semanas con el fortalecimiento del peso cuando todo apunta a que fue absolutamente circunstancial, al grado que a los pocos días la revalorización se perdió con un simple hecho en la relación entre Estados Unidos de América y México, por lo que aquella idea que era producto de un buen manejo económico resultó una falacia, ya que, como en muchas otras ocasiones, tuvo como causas situaciones externas a lo que sucede dentro de nuestras fronteras.
Preocupa mucho que vivimos una inflación cada vez peor en la que no importa cuánto haya subido el salario, la población sabe que lo que tiene en sus bolsillos no les alcanza para vivir dignamente.
Ese indicador se encuentra en circunstancias muy adversas y si a ello le agregamos una inminente recesión de nuestro país vecino y principal socio, entonces sí habrá que preocuparnos muchísimo porque, además, se mantiene una desconfianza de los inversores para poner sus recursos en México.
Ya ni vivimos en las épocas del aislamiento en donde fomentar el consumo interno y medidas a nivel micro pueden estabilizar la economía; ahora debemos voltear al mundo entero, buscar aliados, generar condiciones internas para que se propicie la exportación, se disminuya la importación o, por lo menos, se sea el motor de esa producción de bienes y servicios que propicien precios más competitivos.
Los efectos económicos de la pandemia aún no se van, por el contrario, parece que se vienen más fuerte y en el plano económico nuestro país está descobijado porque no se han tomado decisiones claras y precisas para fortalecernos e, incluso, utilizar las circunstancias para posicionarnos de mejor manera a nivel global.
Nos queda claro que se pueden tomar cualquier tipo de medidas pero si eso no se refleja en el bienestar del pueblo de México , entonces se habrá fracasado en blindar al país y en dar lo mínimo vital.