Opinión

Perdón, pero no tengo tiempo para morir

FOTO: Agencia Enfoque

Para leer con: “Butterfly”, de Crazy Town

Tuvo que haber algún ser en este camino evolutivo con la capacidad de comprender que un día habría de morir como resultado natural después de haber nacido.

Pero nos hemos vuelto expertos en aferrarnos a lo que sea. Y si parece imposible, mejor. En tiempos que retan el orden, surgieron instituciones que estudian la viabilidad de subir los contenidos del cerebro —la mente— a la nube, no solo para asegurar su permanencia, también para lograr una convivencia entre el yo biológico y el digital.

Perseguir la inmortalidad funcional no es idea nueva: tribus y civilizaciones de la antigüedad dedicaron templos, poemas y sacrificios para tener que conformarse con el alivio que solo la espiritualidad podía sanar.

Con un mundo conectado y la consecuente evolución tecnológica, la idea fue retomada hasta cobrar nombre: transhumanismo. Entonces, la inquietud por mudar la conciencia a un disco duro llegó a películas, series y juegos como Chappie, In/mortal, Oblivion, Trascendence, Lucy, Altered Carbon y Cyberpunk 2077.

El conocimiento que tenemos del cerebro y la conciencia es tan limitado que mejor nos hemos ocupado en seguirle la pista a discursos y enriquecimientos de políticos y sus peripecias.

Pero al menos el valor de la curiosidad por el estudio del funcionamiento del cerebro y de la mente es fuente de inspiración: las redes neuronales artificiales son responsables de lograr resultados relevantes en las búsquedas en línea. Con esa misma noción se diseñan los procesadores de los teléfonos celulares y computadoras, los asistentes digitales y los vehículos autónomos.

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No se ha construido todavía una red artificial con 86 mil millones de neuronas y puede que pasen cientos de años para ello, pero tal realidad tendría que venir acompañada con una revolución ética y un poco de humor.

La mente digital ¿sería considerada otro “yo” con los mismos derechos y responsabilidades que la mente biológica? ¿El duplicado digital podría decidir por encima de su copia biológica? ¿Quién tendría razón? ¿Según quién? ¿Todo ser humano tendría derecho a subir a la nube su mente? ¿Quién se responsabilizaría de la conservación y de la información en el manejo de estas mentes almacenadas? ¿Tiene la conciencia una base o una referencia tecnológica?

El conectoma —conjunto de los miles de millones de neuronas conectado por los billones de sinapsis— es responsable de hacer que te des cuenta de que te estás dando cuenta. Y el estudio de esta estructura y sus procesos avanza ágilmente a manos de la neurociencia para tratar de descifrar cómo es que funcionamos. No va apasar pronto.

En un mundo en el que no hemos logramos idear el modelo de convivencia económica y social como rectores de un sistema elemental, empático y altruista, la carrera por subir a la nube la mente parece ridícula.

De la misma forma en la que Nicholas Negroponte —fundador del Media Lab de MIT— fue tachado de ridículo cuando en 1984 predijo que cargaríamos con dispositivos móviles con pantallas táctiles que nos permitirían hacer compras sin necesidad de contar con dinero físico.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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