Para leer con: “Think”, de Kaleida
La respuesta podría tener varias avenidas, desde Elon Musk, pasando por Kim Kardashian, hasta llegar irremediablemente a los gatitos.
Pero si en algún momento, alguien pudiera reclamar la propiedad intelectual de esta plataforma de plataformas, ¿a quién le tocaría tal título?
La inacabada y deforme torre de Babel que es internet tiene una paradoja en su interior: si no tiene dueño, ¿cómo controlar su dirección y, sobre todo, la neutralidad que quien la navega, asume que ahí encuentra?
Piénsalo por un momento: lo espectacular de internet, más allá de los memes, radica en sus espacios, conexiones y posibilidades que suceden gracias a la infraestructura que lo soporta y que a su vez sostiene al contenido que producimos, compartimos y consumimos diariamente. Es un milagro que ahora parece obvio. No en vano los ingenieros han pasado a ser los nuevos arquitectos.
¿Quién rige esta creación?
Internet no es una cosa, sino un acuerdo. Tal vez por eso no la entendemos aún. Pero la pregunta se mantiene: ¿quién es el dueño de estos acuerdos?
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Aunque creas que internet no es de alguien, el conjunto de protocolos derivados de la interconexión de terminales de cómputo sí tiene dueño. Internet es de Estados Unidos, a pesar del berrinche de quien crea que es un bien colectivo, resultado de la cooperación altruista de todo el que publica arduamente en redes sociales.
Así, es un mito pensar que internet no tiene dueño. El gobierno de Estados Unidos controla internet a través de una organización privada, no lucrativa, llamada ICANN (Internet Corporation for Assigned Names and Numbers), establecida en 1998.
Con críticas de sobra por esto, el Departamento de Comercio estadounidense es quien supervisa la labor de los 20 miembros del consejo directivo de ICANN. Y son estas 20 personas, quienes administran un sistema de 13 gigantes servidores en todo el mundo, que permiten el envío de miles de millones de mensajes diarios e información en la red.
Por si pareciera burocrático el asunto, internet es administrado por otras organizaciones y empresas internacionales que se encargan de mantener su infraestructura y establecer estándares técnicos. Entre ellas están, la Internet Engineering Task Force (IETF) y la World Wide Web Consortium (W3C).
Más allá de los títulos de propiedad
Todo parece un nuevo orden de libertad. No hay censura abierta en las comunicaciones, es técnicamente gratis, aunque existe la iniciativa de cobrar por cada megabyte enviado en una realidad en la que tus datos pueden valer más que el petróleo.
Tenemos conectividad. Contamos con movilidad. Las empresas invierten millones en transformación digital, ya toda interacción en línea se mide y en muy poco tiempo protagonizaremos la integración de sensores y chips al cerebro humano. No hay vuelta atrás y no podría entenderse un día en tu agenda sin la presencia de internet.
Puede que haya confusión a la hora de imaginar el rostro del dueño de internet, lo que no podemos desviar en cada una de las tareas diarias es el sentido de evolución que tenemos como especie. Si bien internet es una plataforma, los usuarios y dueños de esa dirección somos nosotros.
Así como en el universo y el espacio de su creación, cada uno es dueño de internet porque su experiencia determina causas y consecuencias, su motivación consciente determinará el conjunto de espacios que exijan neutralidad y políticas transparentes para que la transformación sea eso y no privatización ni explotación.