En una colaboración anterior, traté el tema de que por fin México había dado luz verde para la instalación de plantas constructoras de vehículos eléctricos, acción que permitiría dar señales al mundo de que entraríamos de lleno al cumplimiento del Acuerdo de París sobre la toma de medidas ambientales para atacar el cambio climático. Sin embargo, amables lectores, los datos y estadísticas internacionales indican otra realidad lamentable. Veamos a qué me refiero.
América Latina está a punto de convertirse en un importante productor de energías renovables, mediante proyectos de gran calado, como producción de energía a través de paneles solares, que entrarán en función en el año 2030. Este anuncio lo dio a conocer el Global Energy Monitor (GEM), que es una organización sin fines de lucro arraigada en Estados Unidos, cuyo objetivo principal es monitorear a nivel global el desarrollo de energías limpias. Esta fuente, amables lectores, considera que América Latina tiene el potencial de ser un líder mundial en energía renovable, pues cuenta con recursos eólicos y solares muy grandes. La región lanzará proyectos de energía de estos tipos a gran escala para generar más de 319 gigavatios, cantidad que es equivalente al 70 por ciento de la capacidad regional de todas las fuentes de generación combinadas en la actualidad.
Desde luego que estará de acuerdo conmigo amable lector, de que este anuncio es excelente en la lucha contra el cambio climático que se da en las naciones de esta parte del planeta. Sin embargo, México no aparece en el informe de GEM como un país interesado en sumarse a esta estrategia de generación de energías amigables con el medio ambiente. La organización estadounidense establece que México, la segunda economía latinoamericana, es un caso de preocupación en energías renovables, pues aunque alberga actualmente los mayores proyectos solares y eólicos en América Latina, sus avances han disminuido desde las reformas energéticas impulsadas en esta administración, la cual, en contracorriente de esta tendencia renovadora de energías, se ha erigido como defensora de los combustibles fósiles.
Dice el informe de GEM que México se ha estancado. “Incluso si todos los proyectos potenciales se pusieran en marcha, México sólo alcanzaría el 70 por ciento de su compromiso de generar 40 gigavatios de energía solar y eólica para 2030″, determina la organización internacional.
Así las cosas, a la administración actual debe preocuparle que nuestra nación esté notoriamente atrasada en hechos concretos para cumplir con el objetivo del acuerdo climático de París de mantener el aumento de la temperatura global en 1.5 grados. En mi opinión, hay que dejar de ver la relación de México con América Latina sólo desde el ángulo político y sumarse al esfuerzo de la región de convertirse en un destacado actor global en la producción de energías amigables con el ambiente, lo que redundaría en la protección de la salud de todas las personas.
Ir como país en contracorriente de la utilización de energías no contaminantes, además de ser una actitud fuera de todo sentido común, atentará directamente contra las próximas generaciones de mexicanos que verán limitadas sus aspiraciones de vivir en un territorio libre de contaminantes. La visión de largo alcance es lo que distingue a los gobernantes de los estadistas.
Hasta la próxima.