De hecho, hace mucho tiempo que debimos cambiar la política migratoria, sobre todo con la simple naturaleza del Título 42 ya era una llamada de atención para que la migración se pusiera, una vez más, sobre la mesa del diálogo con Estados Unidos de América debido a las repercusiones de la misma, sin embargo, parece que el momento político no lo permitiría.
Si bien a través de la cancillería se ha puesto el dedo en el renglón cada vez que existen reuniones bilaterales entre Presidentes o servidores públicos de ambos países, hasta ahora no contamos con una estrategia clara ante la negativa de nuestros vecinos del norte o el aplazamiento de medidas.
Las cuales no pueden detenerse atendiendo a que es un tema humanitario y que nuestro país ya lleva muchos meses soportando una migración insostenible cuando no hay recursos.
También vale la pena reflexionar el fondo de aquella medida del gobierno estadounidense, la cual sirvió más como un pretexto a mantener un régimen migratorio adecuado y acorde con el respeto a los derechos humanos, máxime que hoy aquel país vive una crisis importante que, en breve, puede generar un estallamiento financiero como pocas veces lo hemos visto a lo largo de su historia.
Es momento que México repiense la estrategia ya que, si bien no aumentó el flujo migratorio inmediatamente después de fenecida aquella medida, consideramos que con el paso de los meses se van a aumentar los flujos que saturarán tanto nuestra frontera sur como la frontera norte evidentemente.
Pero hay algo aún más importante, ya que el problema se desdobla en dos aspectos. Por un lado, nuestro país debe ocuparse de los migrantes mexicanos, desde la atención de las causas de la movilización social, hasta protegerles en caso de migración a hacia los Estados Unidos.
Y, por otro lado, dejar muy claro que, si bien debemos contener la migración de otros países en nuestra frontera sur, no podemos hacernos cargo de las y los ciudadanos de otros países más que con un trato digno. Los gobiernos de esos países deben involucrarse y trabajar en atender necesidades básicas para frenar esta situación.
Debemos empezar a planear pero en el entendido que este no es un problema exclusivo de México, sino que buena parte de la responsabilidad recaerá en un gobierno estadounidense que algo tiene que hacer no para frenar a los migrantes en última instancia, sino propiciar un desarrollo regional en donde las oportunidades de las personas prevalezcan en sus lugares de origen para que las movilizaciones sean mínimas.