La tarde de un domingo de octubre de 2016, el entonces embajador de Trinidad y Tobago en México transitaba con su esposa, un asistente y un funcionario de Relaciones Exteriores por la colonia Guerrero cuando dos personas les cerraron el paso y los amenazaron con pistolas.
El diplomático y sus acompañantes entregaron sus pertenencias. Y aunque el asalto ocurrió a unas tres calles de la Plaza Garibaldi, el delito fue asociado con este lugar.
Casi dos años después, antes del cambio de gobierno, la disputa entre grupos rivales derivó en un ataque armado en la zona, que dejó siete muertos y seis heridos.
Lo que le toca y también lo que no le tocaba se lo han atribuido a Garibaldi.
Recuperar la imagen de la plaza es fundamental. En Garibaldi hay signos de cambio con la participación de ciudadanía, comerciantes y autoridades como la SSC y FGJ. Este año hay una reducción de más de 30 por ciento en la incidencia delictiva ahí.
El Consejo Ciudadano de la CDMX organiza desde hace 14 años la “Mesa Garibaldi”, un espacio donde confluyen vecinos, comerciantes, trabajadores e instituciones para buscar soluciones de seguridad, personas en situación de calle, basura, puntos a remodelar o promoción de actividades turísticas y culturales.
Atender la violencia familiar y de género, sobre la cual se han impartido pláticas de prevención a vecinos y trabajadores, permite reportar a tiempo conductas inaceptables e ilegales y apoyar a Garibaldi como una plaza libre de violencia de género.
Transformar la imagen de la plaza es posible. Raziel González del Ángel, presidente de la Asociación de Comerciantes Establecidos de la Plaza Garibaldi o Isaías Muñoz, administrador del Salón Tenampa, son algunos de los liderazgos que tienen esa disposición.