Opinión

¿Impostores?

Existe un fenómeno conocido en la psicología como Síndrome del Impostor que aunque no está clasificado como un trastorno mental, sí es reconocido desde 1978.
Existe un fenómeno conocido en la psicología como Síndrome del Impostor que aunque no está clasificado como un trastorno mental, sí es reconocido desde 1978. Foto: (Especial)

¿Ha tenido usted una sensación de inseguridad en sus éxitos profesionales? ¿Siente que no se merece su trabajo o sus alcances laborales? Muy en el fondo de su Ser ¿se siente como un fraude que engaña a los demás con respecto a lo que realmente puede hacer? ¿Ve usted siempre el trabajo o logros de los demás como más meritorios o mucho más grandes que los propios? ¿Busca la perfección para apreciar aunque sea un poco lo que llega a alcanzar? ¿Recuerda mucho más sus errores que sus aciertos? ¿O tal vez piensa que el reconocimiento de sus alcances es una exageración que poco tiene que ver con usted y sí más con la suerte? ¿Reconoce o no sus habilidades?

Existe un fenómeno conocido en la psicología como Síndrome del Impostor o Impostora que aunque no está clasificado como un trastorno mental, sí es reconocido desde el año 1978 en el que las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes acuñaron este término en sus publicaciones clínicas.

Más adelante en el 2011 la Dra. Valerie Young detectó cinco principales perfiles con base en los comportamientos alrededor de este síndrome: los perfeccionistas que piensan que lo podrían haber hecho mejor, los individualistas, que no aceptan la ayuda, los expertos, que creen que necesitan primero infinidad de entrenamiento para poder comenzar, los genios, cuyo autojuicio es profundamente severo y se castigan si las cosas no les salen bien, a la primera y fluidamente, y los superhumanos que se presionan al grado de lastimar su salud o sus relaciones.

En general, este síndrome consiste en una gran falta de autoconfianza en los propios talentos, capacidades y alcances, que puede conducir a las personas a hacer sacrificios más allá de sus fuerzas para justificar el valor de su trabajo, llegando, incluso, a trastornos importantes producto del agotamiento y del desgaste, todo por validar su razón de ser en la empresa, en el puesto, o en su autoempleo.

Aunque ha sido más estudiado en el caso de las mujeres, este fenómeno se extiende a todos los géneros. Sentirse poco competentes obviamente forma parte de un cuadro más grande de autoestima, sin embargo, es curioso ver que este síndrome se centra particularmente en nuestro desempeño productivo, creador, de talentos y vocaciones.

Claro que tenemos que estar preparados para entrar al mundo laboral y a la actividad productiva, pero esto no se refiere a la falta genuina de preparación, sino a que, a pesar de esta, nunca es suficiente. Sentirse como impostores es resultado de no internalizar o no poder apropiarse de lo talentosos, hábiles, capaces o buenas y buenos que podemos llegar a ser en nuestra proyección vocacional y laboral.

El contexto social también influye para que esto se genere, cuando sostenemos ideas colectivas como que depende más de la fortuna, del destino, o de un poder sobrenatural, que hayamos tenido éxito. Incluso, por medio de la detección de este síndrome, se han estudiado casos de personas que siendo muy exitosas y reconocidas, no logran sentir satisfacción por quiénes son y por sus logros.

Una cosa es tener humildad ante nuestros dones y capacidades, pero otra muy distinta es la falta de autorreconocimiento que puede causarnos en un gran desperdicio, el poco disfrute por lo que hacemos. Si nos sentimos impostores en este sentido, es muy importante que para nuestra autoestima sana lo reconozcamos y comencemos YA nuestro camino a la integración y aceptación de lo que le regalamos a la vida por medio de nuestro servicio, talento, vocación y trabajo.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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