Manuel Medrano llegó a cabina y se acomodó en su asiento con una hermosa guitarra Gibson color rosa. Lente de pasta gruesa, cristal rojo. La gente que lo veía pasar, expectante. La reacción que provoca una estrella. Él, amable, tranquilo, con ese acento tan cálido de Colombia. “¿Desde cuándo no nos vemos, Manuel?” le pregunté. “Por lo menos, desde la última vez”, me dijo. Y los dos estallamos en risas.
Manuel pertenece a una nueva camada de cantautores, que aman la buena música y que provocan que volvamos a soñar con aquellas letras de los boleros de antaño. Ganador de dos premios Grammy Latino en 2016 como mejor nuevo artista y nuevo cantautor. Manuel enamora, sus letras se la saben millones de jóvenes en toda latinoamérica.
“Cántame un boleto que te guste, Manuel”, le pedí y comenzó a entonar aquel inolvidable bolero de La Sonora Matancera “Los aretes de la Luna”: “Los aretes que le faltan a la luna, los tengo guardados, para hacerte un collar, los hallé una mañana en la bruma, cuando caminaba junto al inmenso mar”. Increíble.
Su gusto por la música comenzó cuando era muy pequeño, según me contó: “Mi mamá me regaló una guitarra cuando yo era pequeño. Yo de niño era más dedicado a los deportes, montar tabla, al baloncesto. Pero tú sabes que las mamás son mágicas. Algo vió en mí. Yo le dije ‘Mamá, para qué una guitarra, para qué’. En casa no teníamos ni televisión ni computadora, así que mi hermano iba al internet a imprimirme notas de guitarra e imágenes de Dragon Ball. Era muy consentidor en esa época y yo me motivé con eso”.
Manuel comenzó a subir esas canciones a internet y cuando tuvo 16 años obtuvo el éxito en las redes. Cantaba covers de cantantes que admiraba, pero la canción que lo catapultó a la fama fue “Bajo el agua”. Así que cuando sacó su primer álbum homónimo recibió la aclamación de la crítica y de ahí los premios Grammy. Hoy anda de gira en nuestro país: Puebla, Tijuana, Monterrey, Guadalajara y por supuesto, la Ciudad de México. Le auguro gran éxito.
Si lo piensan, es increíble que un joven salido de Bogotá, con su guitarra bajo el brazo, cause tanto furor entre los jóvenes, sin otra cosa que mucho talento y una sensibilidad que hipnotiza. Pero no se deja apantallar por los números, likes ni las reproducciones en plataformas: “Ahorita todo se mide por estadísticas, pero afortunadamente lo que yo hago se mide por la emoción de la gente y prefiero quedarme con eso”. Y me dijo una frase que me encantó: “No quiero meterme en la piscina de los números. Prefiero estar nadando en ese mar de las emociones y recibir esa vibra que no se mide, que te conecta con la gente, ya sean dos o sean tres, eso es mucho más de lo que me pude haber imaginado alguna vez en la vida…”.