A diez meses de la elección más amplia y definitoria en la historia de México, la de 2024, el régimen no se siente bien: luce inquieto, desenfocado, y en su discurso ha cambiado el cinismo por la agresión; ya no dirige la discusión pública: reacciona a ella, y lo hace mal; la escasa disciplina que había logrado a la sombra del caudillito tabasqueño, se diluyó apenas comenzar el proceso para reemplazarlo. Sí: este régimen ya considera, con seriedad, un escenario donde pierda el ejecutivo y el control simple del legislativo, y deba enfrentar las consecuencias de su criminal desgobierno. Está intranquilo.
¿A qué se debe esta situación? ¿Qué están mirando los operadores de este gobierno (es un decir) federal, que los tiene sin sosiego? Les adelanto: no es a una persona, ni a un membrete, ni a un gobierno extranjero entrometido. Ninguno de esos entes puede amenazar a un régimen populista; las preocupaciones de un gobierno de este tipo solo pueden estar ancladas en una entidad mucho más amplia y diversa, de cuya presencia y favor depende su viabilidad: la sociedad a la que gobierna.
La sociedad mexicana, aletargada en temas cívicos por casi dos décadas, se reactivó en abril del año pasado con motivo de una lesiva reforma eléctrica, la cual amenazaba el suministro de energía del que dependen las actividades de todos quienes vivimos en este país. Ante el unánime y estridente rechazo en redes sociales, la reforma fue desechada, y ese triunfo cívico permitió a muchos individuos ver lo que sucede cuando se reúnen en número suficiente, con un objetivo claro y un solo mensaje, y se paran firmes ante sus gobiernos.
Poco después, en noviembre de 2022, esa dinámica social rebasó al entorno virtual y salió a las calles para defender al INE. No conforme con la respuesta del régimen, la sociedad volvió a tomar las calles tres meses después para defender al árbitro electoral, mostrando un claro crecimiento y una capacidad de organización mayor. El mensaje fue más articulado, frontal y contundente: el INE no se toca. Ya encarrerada, la sociedad mexicana saltó en defensa de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en mayo de este año, y por primera vez pasó de las consignas y las marchas, a la confrontación: un amplio contingente ciudadano removió el plantón contra la SCJN, dejando claro que la Corte tampoco se toca. El régimen no tuvo más opción que encajar el golpe, y admitir lo evidente: la sociedad mexicana está en marcha.
Hoy, esa dinámica social es quien nutre y mantiene caminando el proceso del Frente Amplio por México, para definir al candidato opositor en la elección presidencial de 2024. Ese espíritu cívico ha hecho crecer el interés por la elección, y por llegar a ella tan bien preparados como sea posible. En quince meses, pues, la cantidad de individuos interesados en parar los abusos de este gobierno federal ha crecido considerablemente, y también su talento para organizarse: no sólo hay interés, sino también capacidad de gestión. Por eso el régimen tiembla: la disidencia se ha convertido, ahora sí, en oposición... y es amplia.
Que nadie se confunda: conseguir inquietar a quienes destruyen a México no es fruto de personajes, ni de membretes, ni de colores; es mérito de algo mucho más amplio, sólido y diverso: la sociedad enfocada y movilizada. Es mérito, pues, de usted.
CAMPANILLEO
Al régimen le urge condensar esa dinámica cívica en una sola persona, un nombre y una imagen, para volver a controlarla. No caigamos en su juego.