Actuar como animales

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Foto: (Especial)

Le dicen “El Tiburón”. Parece que así se llama también el equipo de artes marciales mixtas al que pertenece en un gimnasio de la ciudad de San Luis Potosí y de ahí el sobrenombre. Su historial violento no hace que se asemeje a un tiburón real, porque son animales inteligentes y bastante respetuosos, a pesar de la mala fama que les han hecho en las películas. De hecho, este sujeto no se comporta como ningún animal; solo como un humano agresivo cuya conducta cobarde se ha vuelto común.

No acabábamos de superar el caso de la pareja que asaltó a la maestra del kínder de su hijo, cuando atestiguamos un nuevo caso público (seguramente no el único en el país) de agresión en contra de un adolescente de 15 años, quien había decidido pasar sus vacaciones trabajando en una cadena de comida rápida que vende sándwiches.

Según los reportes de la prensa, este personaje, ya con antecedentes de violencia, se molestó cuando el muchacho le pidió que se formara para ordenar y eso fue suficiente para que el agresor entrara a la cocina y lo golpeara hasta dejarlo inconsciente. Hora tras hora, como ocurre en estos lamentables hechos, se conocieron otros episodios similares protagonizados por ese presunto “artemarcialista”, casi todos frente a personas más débiles, una característica de los abusadores.

Si nos indigna lo suficiente, como sociedad, podemos cerrarle el paso a cualquier agresor con nuestra denuncia, tal y como sucedió en este hecho, cuando las redes se llenaron de datos sobre el responsable (todavía a esta hora sin ser detenido o presentado ante las autoridades para declarar sobre lo sucedido).

También, acudir a las autoridades en el momento en que se da cualquier ataque. No es nada más grabar con el teléfono celular, se trata de involucrar a los cuerpos de seguridad para que ocurra una reacción inmediata y sustentada en la ley. Contamos con el 911 y con números locales para dejar constancia de lo que está sucediendo frente a nosotros.

De la misma forma, evidenciar a quienes buscan aprender a lastimar a través de una disciplina marcial, lo que contradice cualquier principio de todas las artes llamadas de defensa personal, nunca de ofensa. Adquirir un conocimiento en el uso físico del cuerpo tiene una responsabilidad implícita de conducirse con respeto y tolerancia hacia los demás, especialmente en un escenario de provocación. Eso es lo primero que se enseña en cualquier deporte o arte de contacto.

Comparto varios ejemplos: como titular de un órgano de seguridad pública federal, tengo el privilegio de convivir con profesionales en distintos campos relacionados con este importante tema, muchos de ellos que tratan el uso responsable de la fuerza. Mi experiencia directa al ver la instrucción que se le brinda a los cadetes que formamos en el Servicio de Protección Federal, es la de manejar las emociones correctamente antes de emplear cualquier técnica de inmovilización o para repeler algún ataque. Además, se recomienda puntualmente que mantener al control es un requisito para evitar hacerle daño a otra persona que no cuenta con los conocimientos o se encuentra en un estado inconveniente, pero es impulsado por la irracionalidad. El objetivo es controlar la agresión y anular a agresor sin hacerle daño, jamás imponerse a éste.

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Cualquier atleta amateur o profesional, del boxeo, el karate, las artes marciales, en general, sabe que posee conocimientos suficientes para afectar a una persona hasta provocarle lesiones serias. Dependiendo de su nivel, estas personas son consideradas un arma y deben comportarse con mayor serenidad y buen juicio que el promedio. Eso no quiere decir que los demás, por no contar con esta capacidad, podemos retar a golpes a otro individuo; por el contrario, ante una diferencia, por mínima que sea, lo que debe prevalecer es el diálogo y no la ira.

Sin embargo, existen personas para las que el ejercicio de la violencia es el único camino e imponerse a los demás a través de la intimidación y la fuerza física se hace una forma de vida. Esto no es normal, ni debemos acostumbrarnos a ello.

Cuando hablamos de no combatir el fuego con el fuego en el delicado tema de la violencia, es a esto a lo que nos referimos. Si hubiéramos participado de manera responsable como ciudadanos, este sujeto no habría pensado que podía salirse con la suya. Fueron muchas ocasiones en las que, como sociedad, pudimos detenerlo y no lo hicimos. Hoy la vida de un joven ha dado un vuelco para mal, porque nadie pudo defenderlo. Si no queremos que estas conductas sigan siendo la norma social en el país, está en nuestras manos detenerlas y comportarnos más como animales, solidarios y unidos; no como salvajes dispuestos a agredir a nuestros semejantes.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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