Por Connie Molina
Mauricio tenía 14 años recién cumplidos cuando su padre murió abruptamente, digo esto porque nadie esperaba que sucediera ese trágico accidente un 24 de junio de 2005, de repente todo cambió para él, su madre Elisa y sus tres hermanos menores.
Sin darse cuenta, Mauricio comenzó a asumir responsabilidades que no le correspondían, estudiaba y trabajaba para poder ayudar a su madre, y también comenzó a hacerse cargo emocionalmente de sus hermanos; la verdad, bastante agotador, sobre todo si tomamos en cuenta que comenzaba su adolescencia, de la cual también tuvo que salir abruptamente.
De un día para otro tomó sin siquiera pensarlo, el rol del padre de familia, renunciando a su propio desarrollo emocional, asumiendo responsabilidades, como la de soportar las necesidades emocionales de su familia, para las cuales obviamente no estaba preparado ni física ni psicológicamente.
Pasando por fuertes episodios de estrés, angustia y depresión, fue enfrentando estas situaciones de inversión de roles con su madre, siempre tan confusas y demandantes, a situaciones que a ratos le hacían sentir algo de orgullo por su capacidad de afrontarlas físicamente, pero donde la mayoría solo le hacían sentir un terrible vacío en el que creció carente de afecto, amor y sobre todo protección.
A veces sentía que ocupaba todos los lugares, no teniendo una individualidad, ni tampoco una identidad propia, con las que se pudiera sentir independiente, y libre de toda esta carga, sobre todo emocional, a la que se veía permanentemente expuesto Todo con tal de disminuir el impacto que el evento tuvo en su sistema familiar disfuncional, claro todo esto inconscientemente.
El vacío que se creó en Mauricio, parece ser el resultado de sentir que tuvo que renunciar a su etapa de adolescente, todo por su mamá y hermanos, a causa de padre ausente, sin que a cambio nadie le diera algo similar a él. Siempre sacrificando sus necesidades, por las de su madre y sus hermanos.
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Mauricio llega a terapia con muchos sentimientos encontrados, de repente dice sentir ira, frustración, ansiedad y ataques de pánico, dice sentirse incapaz de identificar sus emociones, le cuesta mucho trabajo reconocer sus capacidades, dice no poder asumir sus necesidades, que le es muy difícil poner límites y pedir favores, nunca ha podido entablar una relación más allá de dos meses con ninguna pareja. Muestra un semblante apagado, triste, y aparenta una edad mayor a la que tiene
Claramente vemos en este caso a una persona que experimenta el fenómeno de parentalización, o delegación de roles parentales que se define como: “La asignación del rol parental a uno o más hijos de un sistema familiar. Implica una inversión de roles que perturba las fronteras generacionales. Un requisito importante para el funcionamiento de una familia es el mantenimiento de una jerarquía familiar, lo cual implica que los subsistemas de los padres y los hijos estén delineados con claridad.” (Luis Cibanal, 2006).
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