Día del peatón

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Foto: (Dreamstime)

Caminar tranquilo por la calle es un placer de la vida y, en muchas de nuestras ciudades, un privilegio. Sin embargo, para conocer bien un vecindario, lo mejor es perderse a pie y recorrerlo de banqueta a banqueta; una actividad que está restringida a ciertas zonas de nuestras ciudades y que es un desafío para cualquier metrópoli que quiera considerarse moderna.

En el calendario de las efemérides, acabamos de celebrar el Día Internacional del Peatón, una fecha que, como otras, debería conmemorarse todos los días y no solo en el que se le ha asignado, porque al final todos ocupamos un espacio en la urbanidad.

No obstante, ese es uno de los principales problemas: el espacio. De acuerdo con muchos estudios sobre movilidad, todos tenemos suficiente lugar, si respetamos cada uno nuestra área y dejamos de pensar que los centros urbanos están dedicados a los automóviles y, por lo tanto, a los estacionamientos.

Ya ni las propias plataformas digitales de transportación, algunas en declaraciones recientes, defienden que fueron una solución para el tránsito citadino, una de sus principales herramientas para convencer a millones de pasajeros que las utilizan. En su lugar, sí han multiplicado los trabajos precarios a la par del parque vehicular. Son los nuevos taxis, inseguros, sucios, con choferes maleducados, pero con la diferencia de que ahora los convocamos por medio de aplicaciones en el teléfono celular. Tampoco nos ayudó la pandemia, la cual generó la demanda de más coches para desplazarnos, particularmente usados porque la lista de espera para uno nuevo es prolongada, y no entrar en contacto con otras personas en los espacios cerrados del transporte público. Sumemos también el aumento en la compra de motocicletas, un vehículo más barato, para circular y tendremos la tormenta perfecta para perderle el sentido a la celebración peatonal en México y en el mundo.

¿Cuáles son las soluciones, entonces? Las mismas que hace varias décadas, usar con confianza el transporte público en sus diferentes modalidades, ampliar sus rutas, crecer en kilómetros las ciclovías y fomentar que la gente se desplace en distancias cortas a pie o en bicicleta.

No es solo un problema de percepción, sino de infraestructura pública, de alumbrado, de carriles confinados y de rutas que accedan a zonas en las que, hoy, está saturado el transporte vía autobús. Un teleférico, digamos, del Auditorio Nacional a Santa Fe, podría ser una idea poco lógica, pero al menos deberíamos considerar una opción que no haga de ese polo de oficinas y de viviendas un viacrucis diario para subir y bajar.

La Ciudad de México no es la única con retos de este tamaño, otras capitales como Guadalajara, Monterrey, Zacatecas, Cancún, Tijuana, Tuxtla Gutiérrez, por mencionar algunas, tienen ya horas pico de tráfico que se extienden de la mañana a la noche. Puede ser una señal del crecimiento económico, nada más que lo es de la misma forma del deterioro en la calidad de vida. Si alguien tiene duda, solo tiene que recorrer la llamada Zona Metropolitana del Valle de México para observar en lo que puede convertirse una región de seis estados (Estado de México, Hidalgo, Puebla, Tlaxcala, Morelos y Ciudad de México) que comparten vialidades principales y carreteras libres y de cuota. El diagnóstico especializado establece que, si la capital del país va a crecer hacia algún lado, tendrá que hacerlo hacia Hidalgo, donde hay espacio, y eso gracias a la ubicación del nuevo Aeropuerto Felipe Ángeles, entre otros factores de vialidad que impulsó esta obra.

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Si estamos concentrados en hallar maneras en que los autos circulen con mayor fluidez, entonces rezagamos en automático el diseño de opciones para otros medios de transporte y dejamos al último esos espacios que están dedicados a quienes quieren o pueden trasladarse por su propio pie. Es una competencia absurda, pero existe en cada gran ciudad del mundo y solo parece empeorar.

Tal vez la solución está en manos de las y los ciudadanos. Si cambiamos nuestros hábitos de movilidad, podríamos aspirar a caminar o a circular en bicicleta por más tiempo; media hora, en promedio, de traslado sin automóvil, representa una mejora instantánea en la vida de millones de personas que viven atrapadas en los embotellamientos matutinos o en la saturación de los andenes cuando cae la noche. Un buen amigo, le dio un giro de 180 grados a su rutina, cuando comenzó a trasladarse en bicicleta de la colonia Condesa a Iztapalapa. Sonaba increíble, pero si lo medimos en un mapa electrónico, son menos de 14 kilómetros. La distancia de la Del Valle a Periférico y avenida Las Flores, es de unos 9 kilómetros, y era el camino diario de otra buena amistad. Lo que quiero compartir es que es posible, si hay los medios, la infraestructura y la voluntad de los ciudadanos.

Equilibrar el uso del espacio público es un pendiente de nuestro tiempo, lo mismo el convencer a las personas de que la única respuesta para la movilidad del futuro es bajarnos del automóvil y hacer que las suelas de nuestros zapatos hagan contacto con el cemento. Eso mejorará nuestras vidas realmente. Creo que vale la pena discutirlo.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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