La violencia, la inseguridad y la criminalidad están imparables en el país. La “nota roja”, como le llaman las periodistas, cada día ocupa más espacio en los medios de comunicación y comienza a normalizarse.
Nadie, absolutamente, nadie está convencido de que al crimen organizado se le pueda combatir y controlar con abrazos, con acusarlos con sus papás o abuelitos, solo hay una persona que así lo cree, y por desgracia, es el Presidente.
A casi nadie ya sorprende las notas de desaparecidos, feminicidios, secuestros, enfrentamientos, homicidios, robos, cobro de derecho de piso, trata de personas, consumo de drogas, ajustimiento de cuentas.
La violencia y el miedo se normalizan, y eso a los únicos que benefician son a los miembros de la delincuencia organizada, esos que tienen a minicipios enteros contra la pared, como Lagos de Moreno, Jalisco.
Es por todas y todos conocidos que el crimen organizado está reclutando forzosamente a nuestros jóvenes a través de supuestas empresas de call center. Ya no solo recluta a nuestras niñas, niños y adolescentes, sino que ahora va por nuestros jóvenes.
El número de desaparecidos en México se incrementa, lo mismo que el de homicidios, pero al Presidente nada de eso le importa, él ha decidido no escuchar a nadie, solo a él mismo, su deporte favorito después del béisbol, es el soliloquio.
Ayer leía en el Reforma que las bandas criminales ahora ponen el precio al limón y al aguacate en Michoacán, son ellos los que dicen que día se corta el limón, y en caso de que los productores no accedan ni paguen sus cuotas a tiempo, sus parcelas son quemadas por explosivos lanzados con drones.
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Y no solo eso, también hacen uso del esquema de remesas para enviar sus ganancias ilícitas, particularmente buscan adultos mayores que reciben dinero de sus hijas e hijos que viven en Estados Unidos, a quienes obligan bajo amenaza a recibir los depósitos y darles el dinero.
El terror está imparable, da miedo salir a caminar, sentarse en un parque, ir a tomar un café, porque en cualquier momento pueden “levantarte”, como ahora le dicen, o asesinarte. Las niñas y mujeres adolescentes, jóvenes y adultas, salen a trabajar o a la escuela con le temor de ya no regresar.
Lo que también está imparable es la sordera de el Presidente, lo mismo que su desprecio, indolencia, indiferencia, ignominia, su desdén. No se da cuenta, o quizá si, que los abrazos a los criminales tiene contra las cuerdas a la ciudadanía.
No cabe duda que mientras el Presidente acusa a los delincuentes con sus mamás, el llanto de las madres buscando o enterrando a sus hijos e hijas, es imparable.