Por Norma L. Magaña Rodríguez
Conozco personas para las que su cumpleaños es un evento a ignorar totalmente, cero festejo o recordatorio de su nacimiento y de su estatus de ser viviente… y del sintiente ni hablamos.
¡Me anteceden 11 generaciones, 4094 ancestros en aproximadamente 300 años, de un linaje para coincidir, y llegar a nacer yo! Para mí es celebrar que nací, vivo, siento, disfruto mi día a día, con todos sus encuentros, desencuentros, alegrías y alguna que otra tristeza.
Así, cada aniversario, hago un recuento de lo que he superado, sanado, liberado, capoteado o simplemente ignorado... y de lo descubierto en mi historia: me pregunto qué luchas sostuvieron mis antepasados, para que aún hoy, algunas sigan vigentes, si no reflejadas en mí, si en alguno de mis hermanos, hijos, familiares cercanos y a veces, no tan cercanos. Lo que atravesaron mis ancestros, fue tejiendo a lo largo de la vida, su historia, mi historia, nuestra historia. Me sorprende y maravilla, como los hilos de la existencia van construyendo un tejido, a veces cerrado, con huecos o con puntos perdidos, que nunca sabremos donde quedaron, porque ya no hay quien nos de la pauta para recuperarlos. Más también, reconozco las habilidades heredadas, las fortalezas que carga mi sangre, sin ignorar, los puntos vulnerables que todo ser humano tiene.
Asumo la responsabilidad de decisiones erróneas, que sin duda han llevado a lugares incomodos, a situaciones non gratas, a crisis, obligándome a salir de ahí, tomando experiencia y en el mejor de los panoramas, diversos aprendizajes.
Sin embargo, aún en los momentos más complicados, de decisiones duras, elecciones innombrables, encrucijadas que cambiaron mi vida, siempre he dicho, “Si a la vida, a pesar de todo”, como diría mi admirado maestro Víktor Frankl. Tomar distancia, dialogar con los eventos, deconstruir la narrativa que los acompaña desde su raíz, descubrir agencias personales que construyen nuevos relatos, quién era en ese momento, quien estoy siendo hoy, cómo integro mi club de vida en estos tiempos, quién contribuye a la construcción de nuevas historias, cómo resignifico lo vivido, quien cambia de libreto (o lo eliminé del guion original), todo lo que suma sigue conmigo, lo que resta, se ha descartado por paz mental y salud emocional, también he descartado palabras...
Me reconozco logros, muchos pequeños y otros por los que he trabajado a lo largo de muchos años y hoy son una realidad, algunos han requerido fortalezas especiales, habilidades heredadas, constancia, fe… hay los retadores y los constructores… aún faltan sueños por cumplir en los años por venir, libros por leer, películas por ver, viajes por realizar, música por disfrutar, amores por descubrir, batallas por librar y un sinfín de historias por vivir y escribir.
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Pienso en cómo ha cambiado y madurado mi visión del mundo, gracias al apoyo terapéutico al que he recurrido en las diferentes etapas de mi vida. Encontrar perdón, desapego, aceptación, compasión en mi historia ha sido un viaje salpicado de espinas, y también de rosas...
Agradecida siempre por lo vivido, amado, recibido, compartido.
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